Dicen los que saben de esto que más o menos se ha frenado a la extrema derecha tanto a nivel europeo como nacional como foral y quizá haya sido así, quizá no hayan logrado tanto como igual se vaticinaba, pero miro los resultados de Navarra y, no siendo catastróficos, a mí me inquietan.

Sé perfectamente que las elecciones europeas poco tienen que ver con unas nacionales y menos aún con unas forales, pero los datos están ahí: entre Vox y la cosa esa que ha montado el impresentable ultra Alvise Pérez casi llegan al 10% del electorado, con un 6,6% para Vox y un 3,1% para Pérez, y más de 25.000 votos. 25.000 navarros y navarras que han depositado su voto a favor de la extrema derecha, sin complejos, sin remilgos y a conciencia. No es poca gente. De hecho, es gente que en su mayoría antes votaba derecha y que ha rascado votos de ese caladero, pero también es gente que viene de otros partidos e incluso de la abstención.

Hay que recordar que en las generales de julio Vox logró el 5,7% y en mayo en las forales el 4,2%, así que este casi 10% si sumamos ambas formaciones –cierto es que Alvise Pérez es un ultra capaz de atraer a personajes ajenos a Vox– no es un dato alentador, más bien al contrario, mientras formaciones como Sumar y Podemos –que ambas en Navarra por suerte para sus votantes están integradas en Contigo Navarra– o la misma Geroa Bai no alcanzan el 4% del apoyo.

Lo dicho, se habrá frenado la ola que sí que ha pasado por encima de muchos en varios países, pero no dejan de ser cifras cuando menos importantes y que deben hacer pensar. Hace 10 años, en las europeas de 2014, aquel Vox de Vidal Cuadras capturaba el 1,57% del voto en España. Hace unos días, entre Vox y el tal Alvise se han ido por encima del 14%. Cifras que tienen que hacer pensar qué se está haciendo mal para dar tanta audiencia y volumen a discursos y políticas extremas.