Sigo estos últimos días de junio la cosa esta de las declaraciones de la tal Ayuso diciendo que “Navarra nunca ha sido un estado y que nunca lo será” y las sucesivas declaraciones de expertos o ni eso, de cualquiera que no viva metido en su propio sobaco y conozca mínimamente la historia y recuerdo perfectamente aunque voy a buscarlas a Internet las brillantes palabras que escribió el compañero Andoni Irisarri a cuenta del éxito del tal Alvise Pérez en las pasadas elecciones europeas y sus registros en Pamplona y Navarra: “Conviene asumirlo: hay una parte de la sociedad impermeable a los hechos, cuando no directamente rabiosa contra la evidencia”. Esto, que servía para los votantes de Alvise, puede servir perfectamente para otra serie de votantes y sirve perfectamente para la tal Ayuso, embarcada en su propia gira de declaraciones lisérgicas como su fuese subida en la furgoneta de Ken Kessey y Hunter S. Thompson. Lisérgicas sus declaraciones, matizo, puesto que solo desde ese calificativo se pueden entender muchas o bastantes de los rebuznos que salen por la boca de una política que le está haciendo tanto daño al país pero que cuenta con el apoyo mayoritario de ese problema que para España es Madrid, la del dumping fiscal, el efecto capitalidad –para todo– y la toxicidad política y mediática elevada al cubo. Hay mucha gente así, a la que le da igual lo que un territorio sea o haya sido en el pasado, a la que le da igual la cultura en la que muchos han crecido, la lengua, los referentes, el paisaje, las fronteras o los gobernantes. Los hay en Madrid y los hay aquí, ciudadanos de supuesto bien que si pudieran borrarían con sus propias manos la historia de Navarra y los hechos y las evidencias. Como no pueden, hacen como si no hubiesen existido y supongo que a fuerza de vivir en la ignorancia o la mentira creen que efectivamente ésa es la realidad. Impermeables.