París inauguró el viernes sus Juegos Olímpicosen una ceremonia espectacular y en un aura de idealismo y grandeza hizo un llamamiento a la paz mundial. Juliette Armanet y el pianista Sofian Pamart interpretaron sobre el río Sena el Imagine de Lennon y la amazona que viajaba sobre un caballo metálico sobre el río era una “ llamada a la paz y la solidaridad”, expusieron en X.
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Mucho dinero, mucho arte, mucha multiculuralidad, mucha fusión de tradición y modernidad, y, de veras, muy bello. Y aunque el deporte es un símbolo de esperanza y de paz la cita olímpica no es ajena a los conflictos, al baño de sangre que sigue derramándose en países o regiones como Gaza, en Donbass, en Darfur, en Yemen o Kivu. No es ajena las dictaduras o democracias muy precarias que se blanquean en esos baños de mandatarios. 10.500 deportistas de unas 200 naciones además de los refugiados se encuentran en París para dar lo mejor de sí mism@s.
Soñemos con que ese espíritu de superación sirva de mecha para encender una tregua en el mundo. De hecho, países como Francia y China ya han pedido a Tel Aviv que respete la tregua olímpica para avanzar en las conversaciones de paz sobre Gaza. Sudáfrica fue excluida entre 1964 y el 1992 por su sistema de apartheid. Lo mismo sucedió con Afganistán, en 2000. El Comité Olímpico Internacional ha autorizado la participación israelí pero ha vetado a Rusia por haber incluido a deportistas de regiones que están bajo autoridad ucraniana. Israel ha diezmado la población de Gaza pero, claro, no ha reclutado atletas árabes. Silencio.