¿Y si no tienes ganas de celebrar nada, cómo lo haces? Si eres de Pamplona y los Sanfermines han crecido contigo, pero eres uno de los miles que, atrapado en su vida, languidece día tras día por meses, todo el año.
Porque, amigos, las ganas de uno no tienen nada que ver con el ritmo de la calle, que, con valentía, ajusta todo lo que llueve ahí fuera (llámese guerras, cambio climático o pobreza) para celebrar una vez más la vida. Esa vida paradójica en la que el futuro del trabajo está en el aire; mi pareja ha muerto años después de construir una vida juntos; caprichoso, mi hijo ha debutado con una enfermedad grave; mis padres, no estaba programado, pero por los avatares de la vida están, primer año, en una residencia. O cualquier otra terrible experiencia que quiebra nuestro ánimo. Llámese ley que me deja fuera de tener papeles para ser humano...
Pero no voy a seguir mencionando cosas que quiebran nuestro ánimo. Cada uno sabe lo que le afecta y sabe por qué está con el ánimo bajo. Y ahora sal a la calle, ponte de blanco y rojo y ¡celebra!, que la vida nos ha pasado factura, pero banalizándolo todo, sigo vivo. Y hay días que veo el sol. Y otros que suenan fuerte, como el siete de julio en Pamplona, y vibro. Saludando al santo. Para seguir con valor, puntualmente, dando batalla a todos mis problemas. Y así os lo digo.