Si de tu equipo se va uno de los mejores directores de juego del mundo (Toni Kroos) y el otro que tienes suma ya 39 años (Luka Modric), es normal que eches el resto para fichar... a un delantero (Kylian Mbappé). Una lógica aplastante. Irrefutable.

Pero, claro, cuando después pasan cosas como el susto ante el Dortmund (que si no le hubieran temblado las piernas en el Bernabéu la habría liado buena) o el batacazo ante el Barça. Y, entonces, todo el mundo admite que ya sabía que el equipo no tiene un patrón de juego y funciona solo por la calidad individual de varios jugadores que son los números uno del mundo en sus respectivos puestos.

Algo que vale contra el 90% de los rivales pero no contra los mejores. Y ahora le queda al Real Madrid la opción de consolarse con el fútbol ficción –si Mbappé hubiera metido las que falló...– o de buscar a ese director. Que por dinero no será.