Después de haberse dicho todo sobre la DANA, y de haberse escuchado también casi todo, ahora toca hablar después de pensar. Porque a estas alturas, todo ha tenido que haber quedado comentado sobre la tragedia y sus márgenes, debería, pero estamos en condiciones de superarnos. No pueden abundar ya a estas horas interpretaciones novedosas acerca del desastre, aunque probablemente con el aumento de la información se puedan y deban poner coordenadas a la catástrofe y pensar en cómo quizás no vuelva a pasar y si va a suceder, que a eso vamos, que sea menor el caos. Los desastres naturales nos colocan delante de nuestra vulnerabilidad, pero la capacidad de respuesta y los niveles de prevención hacen fuerte al grupo. En eso tendrían que estar los gestores, apoyándose en los profesionales, sabiendo transmitir una preocupación sin caer en el alarmismo, sin perder el tiempo.

No estaría de más empezar el camino de vuelta con un poco de autocrítica. Imposible que se entone un mea culpa por parte de los políticos, también se ha visto que en cuanto se aplica un test de estrés a parte de esta muchachada, la cosa chirría, quedan al aire las vergüenzas y también se impone la desfachatez en algunos movimientos, en los que la purga del adversario político puede resultar jugosa saltando por encima de la pila de cadáveres. También es sabido que alrededor de los muertos vuelan las aves de carroña, hay rapiña.

La autocrítica severa tiene que llegar a los medios de comunicación, que tampoco nos salvamos de esta. En la profesión se asume que las prisas no son las mejores consejeras pero, qué hacer en estos tiempos de urgencia y superficialidad, falta de rigor y vedetismo, audiencia y más audiencia. El gremio está colonizado por personajes sin escrúpulos, ni formación, ni criterio, también con nula vergüenza, que, casualidades, se sienten bien en el barro. Qué urgencia desmedida por llegar más lejos y qué impaciencia impropia para el relato del horror. Urgencia e impaciencia quedan para los que han sufrido la DANA. El sentido común se ha echado en falta. Hay cosas que son muy difíciles de contar, sobre todo sin datos ni gracia ni estilo.