Hola personas, ¿qué tal llevamos los sobresaltos? ¿sobrevivimos? Pues, venga, a ver si es cierto aquel viejo adagio que dice que lo que no te mata te hace fuerte. Porque falta nos va a hacer. Hoy me voy a salir de todas las directrices que han marcado mis escritos y voy a hablar como paseante por el siglo, por la vida en general. Hoy voy a ser un “abueloCebolleta” y voy a hablar de lo que fue y de lo que es, del paseo vital dado entre dos siglos, añorando los tiempos pasados, aquellos tiempos que no eran perfectos, pero en los que 2 más 2 sumaban 4 y sabías que a un día le seguía otro y que en ellos íbamos nosotros como por inercia, sin temor a unos sobre saltos significativos. Eran tiempos en los que yo ponía un fin de semana 100 duros de gasolina en mi 850 y me comía el mundo, no necesitaba más. Sabía dónde estaban mis amigos, sabía cómo marchaba mi entorno, no necesitaba estar geolocalizado, no necesitaba saber en tiempo real que pasaba al otro lado del mundo, me daba igual. Hoy lo tengo, lo puedo saber, pero “ellos” lo saben mejor que yo y a mí me beneficia en poco. Hasta la fecha todos esos avances nos han favorecido, pero creo que también nos han perjudicado . Me diréis que no sea banal, que no me quede en lo superficial, que todo el progreso ha beneficiado al mundo de la ciencia, de la investigación, de la justicia social, del desarrollo, etc. etc.
Qué duda cabe que la tecnología ha traído comodidades al mundo, pero… ¿a qué precio?
Esa tecnología, en parte, se ha vuelto contra la humanidad y nadie sabe en qué va a acabar porque su progresión y su avance no para, ¿a dónde nos va a llevar el gran fenómeno de la inteligencia artificial? Gran invento, sin duda, cuando es bien utilizado, pero un cuchillo de gran filo en manos de quienes no le van a dar ese uso adecuado y de esos, haberlos, haylos y muchos. Los avances tecnológicos ya están influyendo de forma negativa en el mismo despertar a la vida, los niños nacidos en la era digital, tienen como prolongación de sus manos y de su cabeza un aparato electrónico que no siempre es adecuado para su formación y los padres no saben, no pueden, no quieren, administrar ese uso. Y eso va a tener un precio, ya lo está teniendo. Desequilibrios sicológicos, aprendizaje de prácticas poco recomendables en tan tiernas cabezas, incapaces de distinguir lo bueno, de lo medio bueno y de lo malo de solemnidad.
En el terreno económico el sector tecnológico se ha creado un nicho de mercado que se ha puesto a la cabeza junto a los grandes clásicos. Las famosas empresas nacidas en un garaje se están consolidando como auténticos titanes que manejan la política mundial. En los todo poderosos USA han puesto en lo más alto a un tipo que no tiene más dios que el dinero y que ha conseguido vender la moto a otro, que se ha hecho con el mando a distancia, que no tiene más dios que el poder y que nos está volviendo a llevar, a vivir en el peligroso mundo de los grandes bloques enfrentados, que todos creíamos haber superado.
Estamos viviendo unos tiempos en los que impera por encima de todo la desconfianza, la desconfianza en absolutamente todo.
El año 2000 era una fecha que todos esperábamos como el comienzo de un futuro halagüeño, pero no fue así. El siglo XXI ya empezó cojo, nada más nacer nos metieron el timo de la estampita y nos subieron la chapa de 100 pesetas a 166, por la cara, de la noche a la mañana y nadie dijo nada. El progreso, la unificación de Europa, todos en el mismo poder monetario. Una mierda. Suiza, el paraíso de la pasta, no quiso saber nada, Suecia, paradigma del desarrollo, no se apuntó al carro, Inglaterra hizo la peineta: ¿euro?, no, gracias, Dinamarca, dijo no, y algún otro también escapó del invento. Por algo será. El siglo siguió andando y con él apareció el terrible fenómeno del terrorismo internacional a gran escala, en unas acciones que no solo no se conocían, sino que ni siquiera se podían suponer. El terrible 11 S, con el derribo de las Torres Gemelas y el ataque al Pentágono, nos llevó a una declaración de guerra soterrada, contra cierta parte del cercano oriente, por parte de una alianza de países entre los que nos metieron con aquel caro posado en las Azores y que nos costó el alto precio del 11 M a nosotros, y del 7 J a los ingleses. Las reincidencias que estos actos han tenido, motivados por un evidente odio a lo occidental, la matanza de las Ramblas, el ataque a la Charlie Hebdoo, la matanza en la discoteca Bataclán y un largo etc. nos tienen sumidos, si no en el miedo permanente, sí en el cuidado y la sospecha.
En el lado pacífico el siglo nacía con una dinámica de alegre opulencia que era más falsa que un duro de madera, el banco te daba todo lo que le pedías más dos huevos duros. Daba todo igual, se ataban los perros con longaniza, se crearon falsos potentados que manejaban dinero del Monopoli, y un buen día los perros del “limanbroders” se comieron el embutido y salieron de naja llevándonos a todos a rastras. Empezaron los años duros, tiempos aquellos en los que todos éramos expertos en primas de riesgo, en hombres de negro, en economía griega, ¿recordáis?, todos hablábamos de Papandréu, de las calificaciones de “estandarandpurs”, de la troika, del Goldman Sachs, de bonos basura, como si fuésemos auténticos expertos en macro economía sin tener ni puta idea de lo que pasaba, y la cosa duró 10 años, se dice pronto, hasta el 2018. El siglo ya llevaba mucho tramo recorrido y poco bueno.
Por fin la cosa se empezó a calmar y cuando parecía que íbamos saliendo, empezaron a llegar unas noticias de que, en una ciudad China, llamada Wuhan se estaban dando unos casos de una extraña enfermedad que estaba sembrando las calles de muertos. Bueno, pensamos, algún pueblo de la lejana China que pilla muy lejos y que en poco o en nada nos va a afectar. Nadie se paró a pensar que era una ciudad de 14 millones de habitantes, con la circulación de gente que esa cifra conlleva, y en cuatro días el mal estaba en Italia, y en dos días más estaba aquí, y las autoridades seguían en las avutardas y consintieron las concentraciones del 8 de marzo de 2020, 6 días antes de tener que declarar el estado de alarma y encerrarnos a todos en casa, pero para muchos ya era tarde.
La pandemia cambió el mundo, pero parecía que había sido un mal sueño pasajero y que por la ley del péndulo tocaba que viniesen tiempos de paz y progreso, pero… quia, a un menda se le ocurrió que ciertas tierras, en vez de pertenecer al país que pertenecían, iban a estar mejor si le pertenecían a él y las invadió, y ahí sigue, sin que sepamos, ni de lejos, en qué va a acabar la cosa. Y un poco más allá, a otra cuadrilla de descerebrados se les ocurre atacar de malas maneras a alguien que no tiene medida de la venganza y que está diezmando sin piedad a una población que incluye niños inocentes y civiles que la única culpa que tienen es la de haber venido al mundo en esa pobre franja. Y… ¿aun nos extrañamos de que el lunes se fuese la luz?
Lo raro es que haya vuelto.
Besos pa tos.
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