Los tópicos –buenos o malos– sobre Osasuna van cayendo, aunque en las teles madrileñas se empeñen en decir, por ejemplo, que saca un gran partido a las jugadas a balón parado, apartado en el que no destaca desde hace décadas. O que es uno de los equipos más duros y físicos de la categoría, algo que no cuadra con el dato de que, junto al Espanyol, es el único que no ha visto ni una tarjeta roja en lo que va de Liga. Un hecho seguramente histórico, pero con lecturas positivas y negativas. Es bueno porque demuestra que es una plantilla que no hace las tonterías que tanto se ven en otros equipos –derribar al último atacante, perder los nervios y agredir o cocear a un rival, insultar al árbitro...–. Pero es malo porque significa que juega poco al límite, con el riesgo de ser blandito o de no cortar con un placaje esa contra en el minuto 90 que acaba en un gol que quita puntos. Aunque parezca paradójico, a veces una tarjeta roja es buena cosa.
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