Entre los vaivenes tradicionales del mercado inmobiliario, muy sometido y sensible a la inestabilidad económica, emerge un crecimiento de las operaciones de compraventa que puede parecer repentino e incluso coyuntural, pero que merece atenderse para evitar reproducir efectos indeseados del pasado. Esta semana atraía la atención el incremento de hasta un 65% de las compras de vivienda en el Estado en el arranque de 2025. Un fenómeno no experimentado ni siquiera en el escenario de tipos cero que aplicó el Banco Central Europeo y llevó a mínimos el índice principal de referencia hipotecario: el euribor. Como todo dato relativo, el crecimiento porcentual es tanto más elevado cuanto más baja es la referencia sobre el que se aplica.
Un mercado inmobiliario plano en los períodos previos conlleva un incremento muy llamativo cuando se reactiva. Pero, en todo caso, los indicios y la experiencia están ahí para atenderlos. El sector de la vivienda crece paulatinamente, pero aún sigue basado en un parque demasiado estanco para absorber la demanda. La construcción de obra nueva tiene sus ritmos y la demanda de vivienda está muy por encima. La oferta no va a regular los precios por sí misma a corto plazo salvo para inflarlos. En el pasado, la burbuja inmobiliaria explotó por los impagos. La consecuencia fue un mercado demasiado caro para absorber a quienes aspiraban a su primer hogar y a quienes mantenían el ladrillo como referente de inversión. El consiguiente endeudamiento sistémico acabó creando soluciones “creativas” en el sector financiero cuando las hipotecas se convirtieron en impagables y el parque de vivienda en manos de la banca se convirtió en pasivo. De pronto, descubrimos que el negocio de las hipotecas subprime arrastraba la solvencia del sector y alcanzaba a los ahorradores hasta causar una crisis que aún mantiene a decenas de miles de viviendas ociosas.
Persiste la duda de que los mecanismos de control que se establecieron entonces sean eficientes para evitar la reproducción de esa crisis. No estamos ante una burbuja inmobiliaria aún porque, sencillamente, los compradores no pueden permitirse los precios, pero mientras no haya accesibilidad suficiente mediante oferta asequible, la amenaza de sobreendeudamiento seguirá latente.