Entramos en esa cuenta atrás que en Pamplona supone siempre este mes de junio, que mira ya ansioso hacia San Fermín. El mundo aquí parece que se detiene, pero no. Sigue. Sigue con sus guerras abiertas y sangrantes, con muchos conflictos que cruzan todo el mapamundi. Con esa herida abierta que es Gaza, que cada segundo nos duele más. Estos días de junio, de sol y tormentas, hay una cita ya habitual que nos invita a detenernos para seguir avanzando. Es la Feria del Libro, que vuelve a sacarlos a la calle para acercarlos a los lectores y lectoras. Libros. Letras. Ideas. Historias. Aventuras. Pensamientos. Reflexiones. Emociones. De eso estamos hablando. De libros que nos cuentan otras vidas. Del placer de leer y también de la responsabilidad de hacerlo. Lejos de los algoritmos, de las manipulaciones, del clickbait, de las fake news.
Leer por el vicio de hacerlo. Pensando en esas lecturas, me viene a la cabeza algo que leí hace unos días, la columna de la escritora y periodista argentina, Leticia Martín, Nadie lee nada se titulaba y fue publicada en el periódico en el que colaboraba. Ahora ya no sigue en ese medio. Quizá no la conocen. Se la explico. Ella la escribió convencida de que no se la iba a leer nadie antes de publicarla y así fue. Pensó que tal vez alguien la vería y no se publicaría, pero se publicó, se leyó y se hizo viral. Utilizó su espacio para despedirse y denunciar que llevaba medio año sin cobrar por las columnas que escribía en ese periódico. Denunció la precariedad y la falta de interés en un mundo donde cada vez se lee menos. Tiene razón.
En las dos cosas, en la precariedad del oficio y en la falta de interés por lo que se escribe. Quizás estemos a tiempo de parar y pensar. Convertir los hechos en palabras hasta que las palabras se puedan convertir en hechos. Tener claro que una cosa es hablar y otra tener cosas que decir y decirlas. Por eso prefiero a quienes escriben pensando en que siempre habrá un lector o lectora de esos que leen hasta el final. Escribir para decir las cosas, midiendo y cuidando las palabras. No vale refugiarse en esa dinámica vertiginosa desde la excusa de que el mundo es así. Líquido, casi frívolo. Que nadie lee nada. Y como mucho decir que nos bajamos. No lo veo. Hay que seguir intentando cambiar el mundo. Diciendo las cosas, parando guerras, construyendo puentes, cuidando a las personas también con las palabras. No es utopía. Es realidad. Y viene en los libros. También en los periódicos. Pasen por la Feria estos días. Lean. Ya lo verán.