Una de las grandes aportaciones españolas a la cultura pop vino de un desalojo de unas viviendas en Alcalá de Guadaira en 2016. A los vecinos, que esperaban un prometido alquiler social, se les expulsó como simples okupas para que dejaran de protestar y al final tuvieron que irse de allí. Solamente quedó como testigo del suceso una pintada en la pared que expresaba el enorme fastidio por el engaño vivido:Emosido engañado.
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Las casualidades de la vida hicieron el resto: el coche de los mapas de Google lo recogió y allí queda en la memoria global; una tuitera sacó la foto que luego colocó como expresión de su desolación ante un examen injusto. La cosa vírica de las redes hizo el resto, porque desde entonces y aunque la pintada fuera borrada hace muchos años, ese meme se sigue usando cuando ya no puedes decir otra cosa, cuando te sientes estafado en el nivel más absoluto.
Llevo unos días, especialmente desde lo de Cerdán de esta semana, con la imagen de la pintada sevillana en la cabeza: y me digo que sí, que hemos sigo engañados, conforme voy leyendo de las obscenas grabaciones y demás historias tan poco ejemplares. El presidente lo vino a contar con cara de pena solicitando perdón; pero también lo ha dicho toda la clase política; y lo mismo el mismo exsecretario de organización podría usar el meme, llegado el caso. Cada uno piensa que el engaño viene de fuera.
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Personalmente, imagino, como muchísimas otras personas, siento una desolación que es absoluta. No general, no acusa a todo el mundo (la política, los partidos, esta sociedad, etcétera) porque hay culpables y responsabilidades bien definidas y algunas a espera de que haya un proceso judicial. Pero es absoluta: no podemos ya creer a quienes engañan con tanta jeta e impunidad. Emosido engañado, de nuevo.