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Mesa de Redacción

Joseba Santamaria

Alguien, quizá todos, no está cumpliendo con su deber

Alguien, quizá todos, no está cumpliendo con su deberHAITHAM IMAD

El conflicto acompaña desde el origen de los tiempos y de las viejas leyendas y mitos a la Humanidad. Siempre ha estado y está ahí. Y seguimos, pese a los avances en la construcción de civilizaciones, acompañados en este tiempo también de cientos de conflictos. Más 54 guerras están activas en el mundo, unas de más actualidad y otras olvidadas hace tiempo, además de hambrunas, violencias varias, terrorismo, invasiones, persecuciones religiosas, catástrofes medioambientales, migraciones masivas por tierra y por mar huyendo de toda clase miserias, etcétera.

En ese contexto de conflicto, el caos se extiende sobre la vida de millones de personas y es ahí donde la labor humanitaria es clave para ofrecer la ayuda y la asistencia mínimas para garantizar una vida lo más digna posible a todos estos seres humanos olvidados en campos de refugiados, en las calles, en los desiertos, en las fronteras ante alambradas... Cientos de ONGs y la misma ONU destinan millones de euros a reunir y distribuir en la medida de lo posible esa ayuda humanitaria o sanitaria allí donde más se necesita.

No todo es blanco y transparente, ni todo es simple y fácil. Hay problemas, persecuciones y errores también en el propio ámbito de la ayuda y la solidaridad humana. Pero siempre hay trabajadores y voluntarios que están allí junto a los que más lo necesitan. Esas personas aportan, sin duda, un plus al bien común y al avance de la humanidad. Sin embargo, más de 380 de esos trabajadores fueron asesinados o han fallecido con causas vinculadas a su labor humanitaria, desde enfrentamientos militares a la persecución de las operaciones de rescate en alta mar, a lo largo de todo el planeta Tierra.

De esos casi 400 trabajadores humanitarios, más de la mitad perdieron su vida en Palestina, en los bombardeos que devastan la Franja de Gaza. Unos ataques y asesinatos que se llevan a cabo con una rutina normalizada, aunque eso no parezca posible. Si no se respeta la vida y la seguridad de las personas que destinan un tiempo de su ayuda a la solidaridad humanista es porque tampoco se respeta la vida de los civiles atrapados en los conflictos. Son la mayor parte de las víctimas. Es también porque en este tiempo de desorden geopolítico, la Legalidad Internacional y los Derechos Humanos han dejado de tener valor jurídico y político real.

La desregulación de las leyes y normas que marcan los mínimos de la convivencia incluso en los perores escenarios para el ser humano se han convertido en papel mojado. Los gobiernos no cumplen sus obligaciones, compromisos y acuerdos y se abre la puerta al todo vale. No sé si me asusta o me indigna más la absoluta normalidad con la que estamos asistiendo a la persecución y asesinato de aquellos que dedican lo mejor de sí mismos a costa muchas veces de la comodidad de su bienestar a ayudar a otros. Alguien, quizá todos además de los gobiernos, no está cumpliendo con su deber.