Ya está. Marc cerró ayer su particular círculo de la épica, precisamente en casa de Honda, donde les regaló su anterior título hace seis años. No podía ser de otra forma. Y creo que no hay persona aficionada a este deporte que no se emocionara ayer con todo lo vivido, con todo lo merecido de este séptimo título de MotoGP (noveno en total) para Marc Márquez. No hubo piloto que desde el corazón no felicitara ayer a una de las personas más felices en la tierra.

Han pasado seis años, una pandemia, cuatro operaciones, han pasado Quartararo, Mir, dos veces Bagnaia y Jorge Martín. Y de nuevo el cetro retorna a casa. En mi opinión, es absolutamente absurdo empezar a decir que si es o no el mejor piloto de la historia. Comparar estas motos con las motos que pilotaban Agostini o Hailwood es como hablar de dos deportes completamente distintos. Pero sin lugar a dudas, Marc está en el Olimpo de los pilotos de motos, con mucha cara de ser el mismísimo Zeus. Es cierto que a algunos nos hubiera gustado que la épica hubiera sido todavía más sublime, ganando con alguna otra moto que no sea la actual y todopoderosa Ducati. Pero el tiempo se acababa y solo esta era la vía para conseguirlo hoy en día.

Marc cometió un inmenso error aquel fatídico día que le vimos haciendo flexiones como un poseso apenas unos días después de la primera operación, para intentar tener el apto y volver a la pista de forma casi inmediata. Aquello, reconocido por él mismo, le costó todo este calvario que ha venido sufriendo y que cerca estuvo de dejarlo en casa, disfrutando de su dinero bien ganado. Y no volvió por eso de que esto le divierte mucho y tal. No.

Volvió porque como animal competitivo que es, quería demostrarse a sí mismo que podía volver a ganar. Nada más. Jorge Lorenzo decía que esa adrenalina que se siente en lo más alto del cajón después de una carrera extenuante es la droga más dura que hay, y que te cuesta muchísimo aceptar un día que ya no habrá más. Marc necesitaba saber y sentir que sí habría más. Y ya lo tiene. Puede respirar tranquilo unos días, pero no les quepa duda de que su cabeza pronto estará pensando cómo volverlo a hacer. Cómo cerrar aún más ese círculo y anotar el 10 en su casillero. Y apuesto que lo veremos.