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El farolito

F.L. Chivite

Los excedentes y la identidad

Los excedentes y la identidadPatxi Cascante

Antes, la gente no se cuestionaba quién era, Lutxo. La gente, antes, era quien era y punto. Pero eso se acabó. Ahora, si no te lo cuestionas, no eres nadie, viejo amigo. Ahora, la identidad ya no parece ser algo dado. Algo con lo que naces. Ahora, la identidad te la haces, no sé si me explico. El individuo se está haciendo fuerte. Y son conquistas imborrables. La identidad de cada individuo. Cada vez más alejado de la tribu. Toda esa fiereza de la conciencia. Pero bueno. Estamos un día más, ahí, en la terraza del Torino, Lucho y yo, y de repente, no sé por qué, pasa una chica en bicicleta. Sexagenaria, no obstante.

Y acto seguido, no puedo evitar preguntarme quién soy yo. Te lo digo en serio, Lutxo. Me estaré volviendo un espectro, o algo así, le digo. Y entonces él (que solo está a lo suyo y a lo que le interesa) me pregunta si vi a los legionarios. Y le digo: ¿Qué legionarios? Y me dice: Los del desfile. Y le digo: ¿Qué desfile? Y me dice: El de la fiesta nacional. Y yo: ¿Qué fiesta nacional? Y él: La nuestra. Y yo: Pero, en especial, ¿la de quién? En fin, pues eso. Lo que quiero decir es que está fascinado. Con el desfile militar, de hecho. Con la belleza que encuentra ahí. Al final, solo habla de los legionarios. Desfilando con pasitos cortos, para apretar el culo, dice. Con los torsos boyantes y depilados, agrega a continuación, levantando el dedo. Parece otro. Ahora va a resultar que a Lucho le gustan los legionarios. Ya no me faltaba más que eso.

Mira, Lutxo, le digo: Desfiles militares, cuantos menos veas, mejor para ti. Si ves muchos, será una mala señal. Y últimamente, ya están poniendo demasiados. Puede que haya descomunales excedentes de armamento en el planeta. Y puede que a alguien se le haya ocurrido la brillante idea de hacer negocio dando salida a buena parte del producto almacenado. Pero no me hagas caso, Lutxo, yo me equivoco mucho,  le digo. Y me suelta: Esperemos que sea para bien.