We are the champions! Entre el mogollón de países pintones que conforman la OCDE, España es el que más segrega al alumnado entre la escuela pública y la privada, a pelo o concertada. La separación, que algunos elevan a gueto, remarca el origen económico y social de la chavalería. Grosso modo significa que muchos pobres e inmigrantes van al instituto y muy pocos al colegio y la ikastola. Puesto que ese organismo se dedica a la cooperación y el desarrollo, el récord es todo un chiste negro.

Dentro de España, ya que estamos, copamos el podio aquí arriba y en Madrid, pero con un matiz importante: mientras que allí sobresale la segregación por renta, aquí destaca la de por raza, para entendernos. Y no por un genuino odio al pobre ni por un odio atávico al Otro. Se hace por un práctico amor al Propio, a los hijos e hijas de cada cual. No es, pues, xenofobia ni aporofobia: es un legítimo deseo protector. O sea, como quiero lo educativamente mejor para los míos, y me lo puedo permitir, les ahorro lo que juzgo peor. Prueba de ello es que infinitos inmigrantes, en cuanto ganan pasta y arraigo, hacen lo mismo. Y no necesitan justificarlo.

Vamos, que el pueblo más solidario y acogedor y comprometido y welcome refugees del mundo mundial, si puede le alivia a la prole las consecuencias privadas de su discurso público. Los colorinchis, para las extraescolares. Anteayer la consejera vasca del ramo salió a reñirnos con razón, y auguró medidas para acabar con el despropósito. Es pura justicia redistributiva: ya vale de beneficiarse siempre los mismos de las impares bondades de nuestra bonhomía. Repartamos los frutos de tanta generosidad.