El final de año trae siempre de la mano algún tipo de inquietud: la entrada en vigor del euro, el efecto 2000 en los ordenadores, el fin del mundo ahora sí, la III Guerra Mundial, las secuelas del Brexit, la subida de precios… Ahora, la preocupación la acapara una pequeña baliza que desde el 1 de enero será obligatorio llevar en el coche para señalizar el vehículo en caso de avería.
El problema no es tanto comprar una homologada por la DGT como que haya suministro en el mercado, asfixiado por la demanda. No es extraño: se estima que en España están matriculados alrededor de 30 millones de turismos, así que calculen. Aquí alguien va hacer negocio con estos cachivaches cuyo precio oscila entre los 30 y los 60 euros. Algo similar ocurrió en 2004, cuando se hizo obligatorio disponer de un chaleco reflectante. Esto, por el lado del bisnes; por otro, por el de la seguridad, la medida admite poca discusión. Basta con recordar el alarmante incremento este año de accidentes de tráfico en Navarra con un número de víctimas mortales que destroza las estadísticas.
Esa señal luminosa no va a evitar ni excesos de velocidad, ni imprudencias ni despistes al volante, pero es una llamada a la precaución en tiempos en los que la carretera vuelve a ser una trampa mortal. Otra inquietud para 2026.