Se viene observando con demasiada frecuencia que la clase periodística, en las diversas intervenciones tanto en los medios propios a los que pertenecen, como en aquellos otros en los que ocasionalmente participan, protegidos por el sagrado derecho a la información, más que informar, lo que hacen es deformar la realidad, tratando de llevar el agua al molino de la ideología política del medio al que pertenecen.
Se comprende que la climatología laboral no está para permitirse heroicidades, con el riesgo de quedarse a la intemperie expuestos a una inclemencia que supone soportar una climatología tan adversa, pero un poco de objetividad no estaría de más, cuando menos para que los ciudadanos no perdamos el concepto del verdadero sentido de su profesión.
Rara es la participación, con mayor frecuencia sobre todo en el medio televisivo, que cuando sale del tercio de su intervención, no lance su puyita contra la opción política que no es de su agrado. De hecho, ya se conoce de antemano, dependiendo del periodista de que se trate, cómo cerrará el mismo. No estaría de más que se dotara la disertación de un pelín de ética que contribuya a reducir el desprestigio de la clase periodística.