En un mar de alabanzas adjudica en esta sección el señor Solabre a Enrique Maya, candidato de UPN a la alcaldía de Pamplona estos adjetivos.
Veamos. El señor Maya fue nombrado a dedo por Barcina director de Urbanismo del Ayuntamiento de Pamplona. Destacó como funcionario justiciero con los vecinos de a pie. Por ejemplo, prohibiendo rampas de acceso a discapacitados por invadir el espacio público, multando fuertemente la presencia de antenas parabólicas (del tamaño de un paraguas) en balcones, haciendo derribar trasteros por exceder algunos centímetros de lo que aceptan las normas.
Podrá parecer rígido, pero las normas están para respetarlas. Hasta aquí, todo bien.
Pero? llegó el momento en el que se descubrió que la alcaldesa Barcina unió varios trasteros de su propiedad a su piso sin licencia de obras ni cédula de habitabilidad. Es sabido que las obras de rehabilitación deben contar con el visto bueno de la Dirección de Urbanismo del Ayuntamiento y con la licencia municipal que, muchas veces, alcanza cantidades millonarias en casas del Casco Viejo, que pagan a veces vecinos de escaso poder adquisitivo.
Y es aquí donde el justiciero Maya se convirtió entonces en un funcionario entre cuyas virtudes no parecía incluirse la vergüenza: declaró que semejante transformación no contravenía las normas y que "los propietarios no se enfrentan a ninguna otra norma que no sean los derechos y las cargas" inherentes a la propiedad. Al menos la propietaria que le nombró para el puesto que ha venido ocupando.
Todo quedó en agua de cerrajas. La diva regional alegó "declaraciones catastrales" años después de hacer obras sin licencia, dándose la razón, y finalmente quedó libre de toda responsabilidad. Misterios de la aplicación de leyes y normas en Navarra.
Queda claro que -no lo quiera el destino-, si Maya llega a alcalde, la ley de más probable aplicación será la del embudo. Que Barcina le haya nombrado su sucesor no parece sorprendente, en agradecimiento a los servicios prestados; ilusionante, será según para quién. Lo que mejor parece cuadrar al candidato es, por ejemplo, agradecido; pero sobre todo, bochornoso.