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Fin de la función

Desde los tiempos de Cicerón en la antigua Roma Imperial, el teatro -como el anfiteatro o el circo- ha hecho factible su utilización como instrumento político ya que constituía una representación completa de la sociedad. En una época en la que las asambleas populares habían perdido las funciones legislativas y electorales, el pueblo encontraba en el teatro un lugar alternativo para mostrar, bien su descontento por determinadas leyes y decisiones o bien su deseo por honrar a un personaje público.

El pasado sábado, durante las fiestas patronales de Espronceda, tuvo lugar la inauguración de una estatua en honor al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas -nacido en Espronceda en 1752 y fundador del mayor hospicio de la ciudad de Guadalajara (México)- seguido de una comida popular en su nombre. A tenor de la ausencia de actos en el programa de festejos, éste fue el gran reclamo para este año. Una comida popular en la que se pudieron ver figuras de primera línea política, clérigos, vestidos de gala y hasta una bandera mexicana izada en el balcón consistorial. Surrealismo y derroche por partida doble. De los 150 habitantes que tiene Espronceda un porcentaje ínfimo acudió a tal caudaloso evento. Cuando en una comida popular faltan sus principales protagonistas, es decir, la gente del pueblo, algo chirría. Y al igual que los ciudadanos romanos abucheaban a sus superiores frente a decisiones y actos equivocados, quien no acude a una celebración de este calibre deja por sentado su disconformidad.

Desconozco el dinero gastado en este homenaje, tanto desde México -para traer la estatua- como desde Espronceda -para su recibimiento-. La realidad al otro lado del charco es bien distinta, por eso, el anterior ayuntamiento pensó en seguir el ejemplo de Ruiz de Cabañas e invitar a sus organizadores a emplear el dinero destinado al traslado de la estatua en causas benéficas. Este inocente desacato de buena voluntad supuso el despertar del actual ayuntamiento. Según argumentaban en campaña electoral, el homenaje al solidario obispo no acarrearía gasto al pueblo y lo peor es que el Consistorio tomó la decisión sin consulta popular.

Tras el cambio de ayuntamiento y una vez transcurridos los actos, me pregunto: ¿Se ha consultado a los habitantes de Espronceda qué opinan al respecto? ¿Ha sido gratuito para el pueblo? A la vista de los hechos, parece que en esta sociedad predomina la obscena hipocresía del paripé que, en nombre de la veneración pública, antepone los intereses personales de unos en detrimento de todo un pueblo. No solo se gana en las urnas.