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El portazo de la Iglesia

El día 7 de octubre falleció un arguedano de pura cepa en Barcelona, nuestro padre José Bienzobas, para sus amigos, Chita. El acontecimiento más doloroso por el que hemos pasado. Queremos agradecer al Hospital Bellvitge de Barcelona por el trato recibido y en especial a la unidad de donantes por su humanidad y buen hacer. Nuestra más sincera gratitud a todo nuestro pueblo, así como a los familiares y amigos que nos acompañaron a nosotras y a nuestro padre en su despedida.

Estando de vacaciones en Barcelona en casa de unos familiares, nuestro padre sufrió dos embolias que le provocaron un coma irreversible. Nos propusieron donar sus órganos y siendo él una persona buena y generosa, no lo dudamos. Todo esto retrasó el traslado del cuerpo a su pueblo, que era donde él más deseaba estar, hasta el día 9.

Como no sabíamos la hora de llegada, estimamos oportuno realizar el funeral el domingo por la tarde para dar tiempo a sus familiares y amigos a despedirse, y como llevábamos muchos días de sufrimiento, necesitábamos finalizar el proceso. Después de solventar muchas dificultades, con quien no imaginábamos encontrar trabas era con algunos representantes de la Iglesia, ya que mi padre siempre estaba dispuesto a colaborar con ellos. Al ponernos en contacto con el párroco responsable de Arguedas y Valtierra y vicario de la zona, cuál seria nuestra sorpresa ante su negativa a celebrar el entierro-funeral el domingo por la tarde, cuando en nuestro pueblo siempre se han celebrado los domingos si así se ha necesitado; así como a no dejarnos las llaves de la iglesia o la ermita del pueblo, sin requerir sus servicios. Argumentó su decisión diciendo que era una norma en su parroquia y que él la gestionaba como mejor le parecía, ofreciéndose a esperarnos solo hasta la 13 horas de la tarde. Ante su negativa a nuestro deseo, nos pusimos por dos veces, en contacto con el Arzobispado y seguimos esperando su respuesta. Personas ajenas a nuestra familia, intentaron mediar, sin conseguir ningún resultado.

Nos sentimos defraudadas y dolidas por el trato altivo y poco humano de dicho párroco, cuando la Iglesia predica la ayuda al prójimo. Por suerte, mi padre era una persona muy querida en su pueblo y recibió una despedida muy emotiva en la calle. Por ello reiteramos nuestra gratitud a nuestro pueblo, familia y amigos, así como a los dos curas que lo despidieron, y esperamos que ninguna familia tenga que pasar por esta imposición y falta de sensibilidad de su párroco.