Hoy en día, el rechazo a la política y a quienes las llevan a cabo es un sentimiento latente en gran parte de nuestra sociedad. Alejándonos de posiciones partidistas, se comprueba cómo la política se sitúa muy lejos de una gestión eficiente de sus responsabilidades.
Dejando de lado los temas más escandalosos, como son la corrupción y las malas prácticas, centrémonos en lo más básico: ¿están los políticos preparados para asumir sus puestos de trabajo?
El principal problema reside en los incentivos ofrecidos por los partidos políticos. Se premia la fidelidad al partido, alentando a ser cachorros de partido, dejando de lado la formación técnica. Basta con buscar los CV de los mandatarios (a nivel local y nacional). Ingenieros encargados de economía, abogados a cargo de educación y un largo etcétera.
Al igual que en cualquier empresa, se debería delegar en aquellos profesionales de cada ámbito, que compartan las ideas y creencias del partido. En cambio la tendencia actual es la inversa: se escoge a personas totalmente afines al partido, y se les intenta profesionalizar en cualquier ámbito. Por favor, deleguemos la economía al economista y la industria al industrial.
De otro modo, jamás se logrará la eficiencia.