Siguiendo a Platón y otros clásicos, los españoles esclavizamos a los perezosos negros e indios con la excusa de darles la civilización. Después Inglaterra, Francia, Holanda, y otros países tomaron sobre sí, con hipócrita resignación, la carga del hombre blanco. Por su tardío desarrollo demográfico e industrial, Prusia tuvo que buscar sus colonos en la misma Europa, con su respectivo mito justificativo de ser la raza aria. Bien claro lo dice su himno: Alemania, Alemania sobre todo, sobre todo en el mundo, destino manifiesto que este continente ha debido sufrir por su culpa con guerras todavía más atroces que las de los estadounidenses con los países del Sur.
Ahora que ya no tiene el predominio militar, Alemania se está apoderando de Europa de un modo falsamente amistoso, después de hacernos descuidar nuestras defensas, justificando su dominio por nuestra pereza e incultura. Por supuesto, tenemos nuestros defectos, pero primero debe quitarse la viga en su ojo quien tantas veces ha destrozado Europa, y nunca, nunca emplear esa táctica del abrazo del oso, que hoy encarna Merkel, trampa que constituye la más mezquina y peor traición, una durísima crisis económica para la gran mayoría, y la ruina de nuestro porvenir continental.