Es de sentido común que quien ostenta un cargo en el Gobierno de Navarra sea una persona preparada, con estudios, carreras, licenciaturas etcétera. Si observamos el currículo de nuestros consejeros, directores generales... encontramos que todos ellos entran en ese sentido común.
Siguiendo con el razonamiento, llegaremos a la conclusión de que estas personas tienen que ser capaces de discernir los valores de una cultura, en este caso ancestral, el euskera, máxime cuando es propia, intrínseca de nuestra región, y por ello merecedora del cariño, de su cuidado y propagación como un bien primigenio de nuestra identidad. Eso es el sentido común, pero observamos que en los currículos de estos señores este elemental discernimiento no consta o, al menos, no se hace realidad. Apenas si existe un apoyo en las instituciones que dirigen, siempre a regañadientes, vencidos por una realidad a la que hacen ojos ciegos, poniendo siempre palos en las ruedas para todo aquello que suene a nuestra lengua. Verbi gracia: informes policiales sobre profesores del modelo D como posibles instigadores de doctrinas terroristas, dividiendo nuestra comunidad en tres provincias, al igual que hicieron los americanos con los aborígenes, excusando medios de comunicación que se expresan en ella, so pretexto de dinero, primero; expandiendo el temor a una intromisión de la pérfida comunidad vasca, segundo; y obviando el mandato de Parlamento Navarro, tercero.
Tan acostumbrados a examinar otras autonomías, otros países, cuando la comparación resulta favorable, no ocurre lo mismo en este caso. La misma Comunidad Europea ha insistido una y otra vez el fomento de las lenguas minoritarias y amonestando a nuestra comunidad por el escaso empeño puesto en dicha cuestión. ¡Qué mínimo que dejar libertad de elección a cada uno de los navarros! Pues ni por esas. ¿Alguien lo entiende?