Todo el mundo, sin excepciones, puede verse, por los caprichos de la vida, por mala suerte, o simplemente por el paso de los años, obligado a depender de otras personas para llevar a cabo las tareas que realizamos por nosotros mismos todos los días, muchas de ellas lo suficientemente íntimas como para no ser explicadas a fondo. En esta lotería todos somos iguales, da igual que seas hombre o mujer; lo que es casi seguro es que esas tareas, incluidas las más desagradables, serán realizadas por una mujer.

Actualmente, las trabajadoras de los centros de atención a personas con discapacidad de Navarra estamos en huelga (el 90% somos mujeres): solo se pide a las empresas que se atengan a lo firmado y abonen un complemento que corresponde a las trabajadoras y, ya de paso, se firme un convenio digno. Somos muy conscientes de que no nos vamos a hacer ricos con este trabajo. Ante la negativa actual de la empresa mayoritaria, y dado que el dinero que se maneja es público, cabría entender que lo lógico sería que la Agencia Navarra para la Dependencia obligase a dicha empresa, adjudicataria del 80% de los centros, a abonar este complemento y realizase un seguimiento a conciencia de la negociación del convenio. Y si no, que declare nula la adjudicación de los centros y la rebaja temeraria de más de 150. 000 euros que esta empresa realizó en el concurso público. Lamentablemente, no ha sido así.

Los planes de igualdad, programas de promoción de la mujer... hablan de la menor valoración económica de los empleos habitualmente femeninos como uno de los indicadores de desigualdad. En ellos se utilizan palabras bonitas, como transversalidad, implicación de las administraciones públicas y muchas por el estilo. Dirigentes de la ANAP, tienen una preciosa oportunidad de demostrar que todos esos planes no son solo papel igual de mojado que nuestro convenio.

César Samper, Pilar Suelves, Anartz Olaizola Trabajadores de centros de discapacidad y delegados de ELA