Perece mentira, hasta hace unos días todas las calles de este país se llenaban de gente reclamando contra los desahucios, contra el paro, las preferentes, los robos y la corrupción, y muchos más problemas que por cotidiano no dejan de ser angustiosos para una gran mayoría de los de a pie. Se realizan unas elecciones europeas donde los resultados sorprenden a los acomodados en sus sillones de estómagos agradecidos o de jubiletas de la política, donde como en cada plebiscito todos ganan y de repente ¡oh sorpresa! Salta la bomba de que el rey abdica. Apaga y vámonos porque ya no te será posible ver una película, admirar reportajes maravillosos, aprender a cocinar, oír tertulias sobre tema de salud, incluso hasta nuestra roja se siente postergada en este trascendental mundial del Brasil, durante una buena temporada.
Maravilla de la vida, los siempre republicanos hasta la médula, congénitos, se apoquinan y renuncian a sus ideales bajo pretextos fatuos de una Constitución, buena en su momento, temerosa de males peores, caduca hoy en día porque el tiempo todo lo supera, vuelven de nuevo a apoyar lo que para muchos es una incongruencia: una monarquía. ¿Hace falta un jefe de Estado? De acuerdo. Pero que no sea eterno, inmune a toda clase de desmanes, heredero porque sí. ¿Es algo descabellado que el pueblo elija al suyo predilecto, pero con la facultad que le atribuye la democracia de poder en un momento dado retirarle su confianza porque ha faltado a ella? ¿Es una catástrofe que la gente decida y que se atenga a los resultados de una consulta, sea cual sea el resultado? Si están tan seguros de que el resultado sería favorable a los que opinan que la monarquía es el mejor modo de gobierno no comprendo el porqué de su negativa, cuando con sus conclusiones tendrían toda la legalidad del mundo para mantener su tesis. El resto tendría que conformarse con la opinión del pueblo. Nada más.