Últimamente hemos tenido que atender algún caso de amaxofobia, que es el miedo a conducir un vehículo. No se trata del temor que puede tener un conductor novato, sino un miedo adquirido, por ejemplo, por un accidente de un familiar, por la propia inseguridad que va tomando cuerpo, o por el recuerdo de una situación de tráfico peligrosa padecida por uno mismo.

Las manifestaciones de la amaxofobia pueden darse en forma de agitación, ansiedad y desembocar en auténticos ataques de pánico. En uno de los últimos casos que hemos tratado, la paciente comentaba el miedo que se le había instalado debido a que un día se encontró atrapada entre varios vehículos (camiones), en una especie de atasco, y tuvo la impresión de que aquella amalgama de metales y ruedas acabaría por embestirla y aplastarla. Posteriormente, cualquier vehículo circulando parecía representar un peligro para ella. Pero con un tratamiento adecuado pudo superarlo. Y es que cuando el temor es máximo, el conductor evita tomar el vehículo, buscando otras alternativas de desplazamiento.

Según los datos, a nivel del Estado son unas 13.000 personas las que padecen la fobia. Como todas las fobias, la amaxofobia precisa de protocolos, pero en cualquier caso existen tres factores que no podemos dejar de contemplar: conocimiento de la instalación del miedo, técnicas de afrontamiento y terapia de exposición. En los trabajos de campo, en este caso de calzada, siempre hemos intentado crear una atmósfera de buen humor para restar dramatismo y hacer sonreír al paciente, como en una ocasión en que, en plena avenida de Zaragoza, con una afectada a bordo, seria y ansiosa, fue preciso permanecer detenidos unos segundos frente a un semáforo que ya se hallaba en verde, soportando el sonido de varios claxons detrás de nosotros, por parte de conductores que no comprendían aquella maniobra.

Fue un pequeño incordio para aquellos conductores, pero en ese momento tal maniobra era necesaria. Metros más allá, ya en el Segundo ensanche, la tensión había desaparecido entre broma y broma. Finalmente,la incomodidad para aquellos conductores de la avenida de Zaragoza no fue mucho mayor que el representado por un coche de autoescuela que, delante nuestra, se desliza lentamente. En fin; mucho ánimo para todos aquellos que padezcan esta fobia, y decirles que existen buenos profesionales que serán capaces de ayudarles a superarla.