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Corpus y cuerpos

Vuelven las fiestas del Corpus Christi, denominadas del Corpus por abreviar y porque la mayoría no sabe escribir ese latinajo que significa de Cristo. ¿Quién estudia latín hoy? ¿Qué es eso del latín? En Oxford pude residir en un college o colegio mayor que llevaba ese nombre, uno de los más prestigiosos que tomaba para sí ese título tan ilustre, desde un pasado cristiano refulgente. En una columna labrada de su hermoso patio, rodeada por esplendoroso y palaciego comedor, por bella biblioteca y deliciosas flores, se alzaba la escultura pétrea de un pelícano que se abre el pecho para dar de comer a sus polluelos, así creían antaño que esas aves nutrían a sus crías. Símbolo de Jesús cuando dijo que se entregaba como sacrificio por todos, negándose y dándose a los demás, no sólo dejándose matar sino también a través de la ceremonia del pan y del vino, como cuerpo y sangre, que (asombrosa creencia de los seguidores del Crucificado) se convierten en cada misa en el mismo Mesías. Los católicos son sin duda alguna antropófagos, pero de un modo místico, fundiéndose con el Amado, haciéndole entrar dentro de sí y convirtiéndolo en sí mismos, o eso es lo que oficialmente creen o debieran creer. Este dogma que a su vez es símbolo de cómo hay que entregarse por entero a los demás, por amor, dejarse la piel, deshacerse por el mundo... ha creado en la Península numerosas tradiciones que, como es costumbre en tierras católicas, se han convertido también en arte. Muchos pueblos lo celebran con fascinantes procesiones donde las fuerzas vivas de cada localidad se visten de gala por acompañar por sus calles a un cacho de pan para los incrédulos, al mismo Jesucristo o Señor del Universo humildemente encerrado en la apariencia de la harina, con forma redonda y blanca. Músicas, banderas, alfombras y galas adornan balcones o ventanas, a veces mantos de flores cubren con fascinantes dibujos de primavera los suelos por donde va a pasar el que subió a Jerusalén en un borriquillo, sobre mantos y palmas, aclamado. Custodias que son monumentos de platería, joyas labradas por siglos de ingenio y devoción muestran al Humilde, exaltándolo. Ahora vuelve a celebrarse en muchas grandes ciudades en este baile de fiestas que los politicastros nos quitan o ponen, sin respetar las tradiciones, que son las que forjan a los pueblos y les dan su consistencia. Hermoso paseo de velas, cánticos y místicos vuelos que el incrédulo puede valorar como bellas artes, enriqueciéndonos a todos, como también el canto del muhecín enriquece las calles árabes. Otros preferirán dorar al sol sus mortales cuerpos.