Si en vez de Alsasua, la trifulca mañanera la situáramos en Villaconejos del Monte o algún lugar alejado de este norte penisular, ¿qué trato le hubiera dispensado la prensa mediática? Ninguno. Se hubiera solucionado con alguna multa y algún arresto. No olvidemos que dos no riñen si uno no quiere. Se habría prescindido de la ATV porque los malos solo están aquí y el odio de toda clase también, aunque solo se castiga a una parte. La Audiencia Nacional ni se hubiera dado por enterada, pero la realidad es la que es: un grupo de jóvenes de Alsasua son acusados de terrorismo, cuyo delito esta en una pelea callejera a las cinco de la mañana, donde sale mal parado un guardia civil de paisano. El ministro del Interior lo clasifica de grave, pero no de terrorismo, y éste es el mismo político que ha endurecido las penas al máximo. Sirva como ejemplo la ley mordaza.

Viendo cómo actúan la ley y el orden, no es descabellado envidiar a Catalunya en su intento de buscarse la vida por su cuenta. Cuando se emplea la justicia para castigar y someter es todo menos derecho. Pedir un castigo que como mínimo les acarreara diez años de condena íntegros, según la nueva ley y todo esto por una riña de bar de madrugada cuando todos los gatos son pardos. Es, cuando menos, un despropósito que si sigue adelante tendrán que dar cuenta al Tribunal de La Haya, pero mientras tanto, se seguirá vendiendo la hostilidad de estos pueblos con las fuerzas del Estado cuando es falso. Esta tierra es desde siempre acogedora y respetuosa con todas las personas que les corresponden de la misma manera sin distinción de religión, raza o sexo.