Iruña es nombre de mujer (y doy fe)
Normalmente es el nombre lo último que se pone en una carta, pero en mi caso va delante, en el título. Sí, me llamo Iruña, sin marías, ni mirenes delante, Iruña a secas. De pequeña lo llevaba regulero, porque había que estar dando explicaciones y jurando como hacen las niñas juntando los dedos índices que sí, que me llamaba Iruña. Me fui haciendo mayor y la cosa pasó a las juergas: ¡Venga ya! ¿Cómo te vas a llamar Iruña? Entonces yo dejaba el kalimotxo en la barra y sacaba el DNI para demostrar que el nombre y el lugar de nacimiento eran el mismo: Iruña. Con 19 años me mudé a Madrid, donde ya llevo 15 viviendo, y aquí la cosa es distinta pero igual. Quiero decir, la gente no se extraña de que me llame Iruña porque lo suelen admitir como un nombre vasco, pero convivo casi a diario con un cambio de nombre en cualquiera de sus variantes: Iruñe, Irune, Irina, Iratxe...
Un día estaba en la peña La Única y resulté no ser la única. Un padre llamó a su hija: ¡Iruña! Y salté como en una especie de sorpresa y emoción sobre la niña, ¿te llamas Iruña? Le dije. Sí (contestó casi sin mirarme porque ella también estará harta de la dichosa pregunta), y en una especie de abrazo emocional (abalanzarme sobre ella habría sido mi deseo pero procuré controlarme) grité: ¡¡Yo también!! La gente siguió como si nada.
Esta carta viene al caso por un reportaje titulado Iruña es nombre de mujer publicado el pasado 10 de septiembre y al que le han seguido algunas cartas al director con el mismo título. Pues sí, Iruña es nombre de mujer y espero que no se ponga de moda. Mola ser Iruña de Iruña, y de vez en cuando seguir sacando el DNI sobre la barra de algún bar a ciertas horas. Chicas, cuando queráis una cena de Iruñas y a ver si Asiron nos hace una recepción.