Hace escasas fechas tuve ocasión de contemplar con cierto asombro y tristeza la rifa de un cordero por parte de don Domingo Urtasun Martinez, párroco de la iglesia San Juan Bautista de Mendavia, acto sobre el cual la edil de dicho ayuntamiento no estaba al corriente, según nos informó.

Por desgracia no es el único lugar donde se organizan este tipo de actos, más acordes a épocas pasadas en las que era más habitual. En uno de sus apartados el decreto ley 2 / 2008 de 15 de abril sobre bienestar animal, invita a la no cosificación de forma onerosa sobre estos animales. Así mismo, el Tratado de Lisboa vigente desde 2009, obliga a los estados miembros de la Unión Europea a poner en marcha políticas públicas integrales en defensa de los animales sobre la base de que estos son seres sintientes y no simples objetos.

Desde las instituciones, las escuelas, el hogar, se intenta educar en valores tales como el respeto hacia nuestros semejantes. La propia Iglesia así lo promulga. Con esto, uno se pregunta, ¿este respeto incluye a los animales? Desde hace mucho tiempo la ciencia ya se ha encargado de demostrar las innumerables capacidades de los animales. Así pues, ¿acaso no son capaces de sentir por igual un animal de granja o este mismo cordero sobre el cual versan estas líneas como pueda serlo el perro o gata que nos acompaña como un miembro más de la familia? ¿Carecen por lo tanto de dignidad sólo por el hecho de no convivir con nosotros?

Hacemos un flaco favor a las nuevas generaciones poseedoras de esta sensibilidad innata hacia los animales si pretendemos perpetuar este tipo de tradiciones muy poco educativas y nada respetuosas.