puesto que los solsticios son un hecho astronómico comprobable y comprobado desde la antigüedad por los astrónomos de todo el mundo, las fiestas que se celebran a partir del 21 de diciembre, por referirse a un hecho científico y ser por lo tanto ciencia, debieran llamarse solsticieñas.

Los solsticios hiemales o de invierno, con sus lluvias, nieves y hielos, eran la gran promesa natural de una exuberante primavera y un verano de buenas cosechas; y eso era lo que celebraban los pueblos de la antigüedad.

Los romanos -de funesta memoria por las invasiones, matanzas y expolios de sus legiones en todo el mundo entonces conocido- durante el solsticio de invierno celebraban también otras fiestas a las que llamaban “saturnales” y, en ellas, se intercambiaban regalos, de persona a persona, sin patrañas, supercherías ni intermediarios.

En cuento al nombre del solsticio, los lingüistas nos enseñan que está formado por Sol, el astro que calienta la Tierra y sístere, sieti o statum, es decir, pararse o detenerse, pues a los antiguos astrónomos les parecía que el Sol llegaba al final de su camino donde se paraba y desde donde regresaba, ya que no contaban con los formidables telescopios modernos que han permitido ver la eclíptica y sus dos puntos extremos: los solsticios.

Entonces... ¿Ha llegado la humanidad hasta su hoy, acumulando tantos errores (y horrores: guerras, inquisiciones, genocidios, holocaustos) que va a ser ya muy difícil regenerarla y que vuelva a la ética y a la razón si no se empieza ahora mismo a corregir las tradiciones erróneas?

Una tradición es un uso o costumbre que empieza (o hacen que empiece) en un momento determinado y va repitiéndose. Pero, si pasado mucho tiempo, se llega a saber que es patraña o superchería, habrá que corregirla y sustituirla por otra comprobable, o sea, verdadera, científica.

En cuanto a la magorientada, hago esta pregunta: ¿Cuándo vamos a ser, los adultos, capaces de ilusionar a los niños con verdades, en lugar de darles, a bombo, platillo y cabalgata, tanta farsa, patraña y superchería?

Los niños -con su inocencia, ingenuidad, candor y confianza en los adultos- por ser el porvenir de la humanidad, merecen la verdad y no esa gigantesca farsa-confusión que se perpetra en las calles de las ciudades a primeros de enero.

Respecto al calendario... ¿No tenemos el más desordenado del mundo? ¿No convendría elaborar otro de semanas regulares, trasladando todas las “fiestas” a sábados y domingos... sin perjudicar a los trabajadores?

¿Cuándo empieza la marcha hacia la verdad en todo lo que hacemos los humanos?