en Atención Primaria no vemos tantos enfermos como para que los centros estén colapsados, por lo menos eso es lo que afirman las estadísticas que aparecen en los textos de la especialidad de Medicina de Familia. Y esto debe de ser así a pesar de lo que dice la prensa y tratan de hacernos creer los representantes de farmacia que nos visitan con la sana intención de que recetemos sus productos (por lo que se ve consiguieron convencer a muchos de nuestros gestores y así nos va). Recordemos que los centros de salud se inventaron para tratar a gente sana, para prevenir que enfermen y evitar enfermarlos nosotros. Me pregunto si lo estamos haciendo bien.

Porque podría suceder que un día un médico o enfermera hubiera acabado con todos los enfermos (en el buen sentido, se entiende) y no quedara ya ninguno que curar, derivar o prevenir adecuadamente (me refiero a un hipotético momento concreto y parto de la base de que muchos días no damos abasto). El sanitario en cuestión podría caer en la tentación de ponerse a prevenir por prevenir, porque hay gente que se agobia cuando ve el pasillo vacío.

No sé si se ha realizado el experimento de encerrar a un chimpancé durante siete horas en un centro de salud. Estoy seguro de que terminaría rellenando protocolos, parando al primero que viera en el pasillo para hacerle un electro aunque no tocara, para tomarle la tensión aunque no se dieran las circunstancias adecuadas, soltarle un rollo sobre los huevos o para medirle los niveles del colesterol, la vitamina D o el PSA sin que estuviera indicado. En esos supuestos el chimpancé (por supuesto él no tendría por qué saberlo) no estaría actuando adecuadamente. Lo digo porque a los profesionales como a los chimpancés, si se nos induce a trabajar terminamos haciendo nuestro trabajo, aunque eso no sea lo más recomendable.

Pero la mejor manera de ocupar el tiempo sin contenido (bendito sea pues podría emplearse en reflexionar) tampoco es, a pesar de lo que opinan muchos compañeros y la mayor parte de los mencionados representantes de farmacia, dar más charlas sobre más protocolos, sobre enfermedades que no nos corresponde tratar y mucho menos sobre factores de riesgo orientadas a que en lugar de riesgos terminemos viendo enfermedades, con la consecuente medicalización y venta de medicinas.

En mi opinión una medida útil sería poner mesas de ping-pong para uso de los profesionales sanitarios. Este es un juego fácil, que relaja, despeja la mente, no requiere aptitudes físicas especiales y en cualquier momento se puede dejar porque haya que atender una urgencia o porque con la mejoría de la oxigenación cerebral a uno se le ocurra una idea interesante que poner en práctica con los usuarios. Para jugar ni siquiera es necesario quitarse la bata y además fomenta el trabajo grupal y de equipo al poderse practicar por parejas. Claro que quien dice ping-pong dice parchís o futbolín, hay muchas posibilidades y se podrían montar salas de juegos.

Porque, ¿alguien se imagina a la Policía o a los bomberos obligados a escuchar continuamente charlas sobre protocolos sobre extinción de incendios o detención de delincuentes en lugar de permitirles esperar a entrar en acción relajados tras ejercitarse en el gimnasio o en el frontón? ¿Estarían en las mejores condiciones físicas y mentales en el momento de atender una urgencia? Ah, ¿que también esto está cambiando?

Yo creo que deberíamos aprender de lo que vemos en Internet que hacen los de Google, quienes por cierto, no hace falta decirlo, nos llevan mucha ventaja.

Nota bene: bidenabar, ez nuen greba egin euskeraren aurka.

El autor es especialista en Medicina de Familia