A raíz de los dos accidentes del modelo Boeing 737 Max 8, en apenas cinco meses, es necesario reflexionar sobre el excesivo uso y dependencia de la tecnología de cara al futuro. Nadie duda de su carácter transformador y su practicidad, en según qué casos, pero su continua y expansiva aplicación en detrimento del factor humano quizá pueda ralentizarse hasta verificar su auténtica valía o necesidad.

No se trata de focalizar la duda razonable sobre este hecho aislado y desgraciado, sino que su uso se expande a cualquier objeto, tarea o función de índole cotidiana. La tecnología, además de útil y maravillosa, debe ser también responsable y su aplicación quedar totalmente desvinculada de una simple necesidad empresarial. A las personas todavía les queda cuerda para rato, la condición humana sigue siendo insustituible. Y, sí, la tecnología es imprescindible, pero no hace falta ir más rápido para llegar más lejos.