Ella me contó sus penas, asincerándose de no comprender lo acontecido durante muchas de sus ausencias en apenas una hectárea de esta tierra navarra.

Intenté explicarle que en nuestra cultura, desde hace casi un siglo, existe una asignatura del sentimiento llamado Osasuna, y lo que desde sus latitudes divisa, es una parcela que tras haber traspasado su década de oro, ha llegado a acoger a muchos que ya partieron, otros seguimos presentes, y ahora piensa en engalanarse para acoger al nuevo futuro. Se llama Sadar, ya no será el que conocimos, pero aquí abajo tenemos por costumbre remozar el exterior de nuestros corazones, la esencia la llevamos dentro, y por mucho que cambie la imagen, todos, hasta los que vendrán, seguirán pensando en un color, el nuestro, un rojo que ha modificado nuestro estado anímico en innumerables ocasiones suponiendo una válvula de escape en nuestro devenir diario.

Le conté los muchos recuerdos que no pasarán impunes, las gentes que nos visitaron y el retumbar del sonido de nuestros coros, porque aquí tenemos por costumbre entremezclar ánimos jóvenes con voces viejas, interrumpiendo en ocasiones sus letras cuando el sentir nos lo impide por tratarse de algo que nos une en tiempos en los que muchos motivos parecen separarnos.

Ahora subimos nuevamente a las alturas, no para alcanzarle a ella, sino a la altura más modesta de un ático que otro maestro logró acercarnos en un pasado no demasiado lejano.

No fue muy costoso relatar el deambular de nuestra historia mientras el astro, en su estado de cuarto visible, desapareció en su rutinario recorrido llena, pero de sentimientos de los cuales pude transmitirle y, tras abandonarme, reconozco que me costó abandonar mi localidad de grada lateral a la que he estado aferrado durante décadas, saliendo del estadio por la misma puerta que 50 años antes traspasé por primera vez en compañía de un padre al que su ejemplo he podido seguir, otros se encargarán de sustituirme, cambiarán las gentes, veremos transformado el escenario, pero no algo tan nuestro, somos Osasuna y esto nunca va a morir. Siempre rojos. Beti gorria.