La semántica hace maravillas: los organismos oficiales cuando necesitan aligerar las tasas del paro entre jóvenes que han finalizado recientemente la carrera se han apropiado de este término, american style, para denominar a los que quieren estimular a crear su propia empresa manipulando las estadísticas crecientes del desempleo juvenil: start up. Es el autónomo al que se cambia su denominación al inglés. Se trata de una cursilada de la doctrina de la “libre competencia” que tanto impacta entre los yoopies y que realmente es la versión española de “agarrar el rábano por las hojas”. Son los expertos de las agencias de promoción empresarial que han estudiado en MIT, Berkeley u otras universidades USA que aportan las técnicas de management avanzadas allí aprendidas para implantarlas en este país de mentalidad de funcionarios, donde sobran titulados superiores sin inquietud creativa alguna ni expectativa de ejercer su profesión que estudiaron y terminarán por ser ilustres camareros o directamente emigran. Son yuppies que venden humo, pues promueven entre inocentes start-upers cursillos en los que imparten técnicas de gestión avanzadas junto con promesas de subvenciones cuantiosas que deslumbran a los recién titulados que han aprendido sólo teorías inútiles. Van a sorprenderse cuando les pidan desarrollar el Plan de Empresa o el Análisis del Producto, todo ello con una terminología de Harvard business que contrasta con la mentalidad escolástica de la universidad española, donde se aspira a sacar oposiciones y un puesto fijo. Crear una empresa les parece algo esotérico porque no les interesa. Para actualizar esa mentalidad de titulitis estos promotores con un máster en USA les cuentan la fábula de Alice in Wonderland, utilizando para motivarles una terminología agresiva del éxito, con promesas de subvenciones aseguradas que se incumplirán con nulas probabilidades de éxito.