Abrió el periódico mientras el café le esperaba a un lado. Las hojas se empaparon con oscuro despertar cuando las páginas de cultura mostraron la gran noticia. No trataba sobre una obra relevante para la humanidad, sobre su espíritu, lo que transmitía o su calidad, sino sobre su valor económico. Buscaba ver cómo se abría la nutrida temporada cultural en su ciudad, con el otoño asomando el hocico entre lluvias y frescos; en cambio, los pueblos y aldeas comenzaban a replegarse sobre sí mismos, con el retorno de los veraneantes a sus lugares de trabajo. Ese Botticelli parecía nuevo y había salido al mercado por un buen puñado de oro, pues hay cuadros que valen más que muchos tesoros. La familia Cambó había decidido deshacerse de una de las pocas obras en manos privadas de esa época, un bien declarado de interés cultural, y en Londres los intereses volaban alzando su precio. Pero lo que el arte y la cultura tiene de preciado ya no lo dicen muchos medios de comunicación al limitarse con lo más superficial de las actividades culturales y, sobre todo, las contraculturales. Si cultura viene de cultivo, deberíamos cultivar nuestro espíritu para ser mejores, aprender más y disfrutar por medio de esas obras estéticas, aunque lo que tiende a perseguirse sobre todo es el goce y muchas instituciones lo amparan, arrancándonos de los bolsillos los dineros con impuestos a veces para amparar memeces. Los datos del Ministerio de Cultura muestran que cada vez hay más expansión de las actividades culturales y además producen dinero, aportando un 4% del Producto Interior Bruto de nuestro país. Pocos saben que la media de gasto en “cultura” por cada hogar excede los 700 euros al año, cerca de 300 por cabeza. Se incluyen películas, series, músicas comerciales para adormecernos en el ocio. Incluyen también estos datos dispositivos móviles y conexiones a Internet, la cuarta parte del presupuesto, pero esto es muy dudoso que pueda recibir en sentido propio el nombre de cultura, aunque sí comunicación y, muchas veces, también, junto a la información, la desinformación y el aturdimiento con mensajes e imágenes de unos y otros, a menudo modificados y falsos. Lo que se gasta en acudir cines y conciertos es similar al gasto en libros. La cultura española es muy visual porque somos un pueblo especialmente sensual, el clima y la intensa cultura barroca influyen, y de ahí que el cine sea la actividad más desarrollada. Los museos, poco a poco, van aumentando la afluencia de visitantes y el mercado editorial español avanza, pese a que en todas partes se comenta que los muchachos leen poco y que los libros cada vez son objetos más extraños. ¿Entretenimiento? Si la obra es buena, aprendizaje hondo de psicología, historia, sociedad, ideas? y estético gozo.