Estando a las puertas de nuevas elecciones, los partidos políticos nos hablarán de lo de siempre, sanidad, educación, dependencia, unidad territorial, etcétera. No quiero amargarle el día, pero debo decirle al lector que cada ciudadano de este país, incluidos los que nacieron ayer, debe aproximadamente unos 26.000 euros. Ahora multiplique por los miembros de su familia. La actual deuda española no tiene final a la vista. ¿Quien pagará la deuda? Pues ustedes y yo, sus hijos y los míos. Porque esta deuda ya se paga todos los años, y a razón de unos 35.000 millones de euros cada año, y aún así la deuda aumenta. ¿Se imaginan lo que se puede hacer con ese dinero cada año? Este país es uno de los más endeudados del mundo, así lo afirman los organismos internacionales y, a pesar de esto, ¿escuchan a algún político, sindicalista, empresario o periodista hablar de la deuda española? Decía antes que la deuda aumenta cada año y a pesar de todo la ciudadanía en general quiere más, quiere más y mejores pensiones, los estudiantes más becas, los funcionarios quieren mejores salarios (a pesar de que ganan de media un 51 por ciento más que el resto de los trabajadores según la Agencia Tributaria), otros pedimos más ayudas a la dependencia e incluso otros desearían más policías. Todo esto es gasto público, así pues, o bien pagamos más impuestos o empezamos a racionalizar el gasto o incluso a reducirlo, porque si no lo hacemos a tiempo y de una manera ordenada, un día nos encontraremos como Grecia hace 7 años. Luego vendrán las lamentaciones y diremos que nos han robado (que también es cierto), pero las consecuencias las pagaremos todos. Si un día suben los tipos de interés (tengan por seguro que subirán), la parte de nuestros impuestos dedicada a pagar la deuda va a ser, cuando menos, indecente. Así pues, cuando comienze la campaña electoral y nos hagan promesas y más promesas recuerden ustedes la deuda. Más promesas, más deuda. No hay magias. Dado que nos afecta a todos sea cual sea la ideología de cada uno, creo que tenemos derecho a exigir, digo bien a exigir, que dejen de endeudarse más en mi nombre.