Curioso lo arraigado que tenemos a los Reyes Magos, ya que nadie ha podido con ellos; ni Papá Noel, ni Mamá tampoco, ni Santa Claus, y ni tan siquiera el Olentzero, y es que a pesar de girar todo hacia Oriente, los magos lo hacen en dirección contraria, hacia Occidente. Resulta tradicional el rosco, pastel éste que degustamos en su conmemoración, y cuyo nombre completo es, como sabemos, rosco de Reyes, que es el único dulce que se permite gastarnos una broma al introducir en él un objeto, que por lo general suele ser una haba, y que al que le toca, le corresponde pagarlo, y se cree que de ahí debe venir lo de tonto del haba, que como contracción citamos: tontolaba. Si lo más bello de la vida es la ilusión, pocas son equiparables a la que de niños sentimos con los Reyes Magos, al tiempo que no hay mayor decepción que cuando descubrimos que eran nuestros padres, sin darnos cuenta de que ellos eran los auténticos magos, por la magia que la vida les obligó a hacer para sacarnos adelante en tiempos donde más de uno se quedaba sin comer un rosco. Esperemos que nos traigan dos cosas: que los nuevos políticos sean buenos, y a ser posible que nos eviten coger un catarro.