Haremos huelga el próximo jueves, claro que sí, intentando que esto sirva para impulsar políticas que garanticen un sistema digno de pensiones en que la mínima alcance los 1.080 euros, reivindicación del movimiento estatal de pensionistas que hacen suya sindicatos y entidades firmantes de la carta social de derechos sociales de Euskal Herria.

Haremos huelga sabiendo que lo importante vendrá después. Y no me refiero al triunfalismo de quien convoca y el desdén de la patronal, sea cual sea el nivel de participación, sino a la disposición de las partes a reconocerse y sentarse a negociar avances concretos. ¿Esto va a ser así o se trata solo de un alarde sin más recorrido?

A los sindicatos que la promueven se les está reprochando otras miras: utilizar las luchas de pensionistas estatales para reclamar más bien un marco propio de soberanía política, y hacerlo a destiempo: antes de probar acuerdos con un gobierno recién formado que presume de ser proclive a hacer mejoras sociales. No piensan así quienes nos recuerdan que “gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden”, y que es mejor actuar que seguir esperando y así recordar prioridades al nuevo gobierno.

Lo triste de todo esto es que una vez más no hay acuerdo entre todos los sindicatos pese a que se trata de un tema fundamental. Parecería que hacer un frente común para alcanzar unos objetivos esenciales -en los salarios, pensiones, brecha de género, salud laboral, desempleo?- no es tan importante como mantener posturas distantes que nos dividen para no vencer. Corremos el riesgo de banalizar las huelgas si no ponemos toda la carne en el asador.

Muy distinto es lo que estamos viendo en Francia estos días y desde hace meses. Parecería que allí la huelga es un empeño en que las clases trabajadoras se vuelcan hasta aglutinar a sectores estudiantes, pensionistas, colectivos de todo tipo, paralizando el país no uno sino muchos días para poner en jaque al gobierno hasta obligarlo a retroceder en el intento de recortar derechos. ¿Así se explica que sigan jubilándose antes y en mejores condiciones que en otros países? Sea cual sea el resultado de esta lucha, y salvando los muchos matices diferenciadores, ya han conseguido al menos un desafío unitario y reforzar la conciencia obrera que potencia el debate y educa a las personas en valores de dignidad y justicia social.

¿Intentaremos aquí hacer lo mismo alguna vez? Esperamos de esta huelga mucho más que los titulares del día siguiente. Que pensemos a lo grande en vez de reducirnos a la complacencia de una jornada triunfal. El éxito no es conseguir un paro aislado sino avances el día después. Ayudaría mucho que los sindicatos aprendieran de la unidad que los propios movimientos de pensionistas han demostrado. No pidamos dignidad, consigámosla.