De niño aprendí en la escuela rutinariamente aquello de "El pan nuestro de cada día dánoslo hoy, Señor!" Todos los días de mi vida he tenido pan, y además tierno. Hoy con más de setenta años ya no lo recito rutinariamente, sino que lo hago con esperanza. Con esperanza de que el Señor se lo tome en serio y no permita que me falte el pan de cada día. Amén. Sí, nos va a faltar el pan, ese artículo de primera necesidad que tendremos que comer congelado u horneárnoslo nosotros con eso de la masa madre, ¡menudo lío! Y es que a mi pueblo, como a otros muchos pequeños pueblos de nuestra Navarra deprimida y vaciada va a dejar de venir el panadero cualquier día. Vivo en un pequeño pueblo, no de esos que aún quedan en Navarra de seiscientos u ochocientos habitantes y dicen que son pequeños y que se van quedando sin gente. No, vivo en uno de esos de diez o doce habitantes donde el panadero vende todos los días cuatro o cinco barras de pan. Con tan importantes ventas al panadero no le queda ni para la gasolina de la furgoneta, así que cualquier día dejará de venir y se acabó el comer pan tierno. Entonces los pocos que aún quedamos en la Navarra vaciada nos tendremos que ir a la capital a vivir. Ahí sí que tienen pan tierno todos los días; tienen hasta boutiques de pan con muchas, muchas variedades.

Los políticos dicen que van a tomar medidas para solucionar lo de la Navarra vaciada, pues aquí tienen una muy simple y fácil de realizar, subvencionar al panadero al menos para que le llegue para la gasolina. Mientras tanto, ¡Virgencita, Virgencita, déjanos como estamos, ¡por favor! Gracias Javi, nuestro panadero, que todos los días nos traes el pan, ¡ah!, y el periódico, porque no sólo de pan vive el hombre.