Ahora que está de moda criminalizar a los camiones, y por consiguiente a los transportistas, me hago la siguiente pregunta, ¿alguien se pone en la piel del transportista?Los camiones, sean grandes, pequeños, rojos o azules, son necesarios y, de momento, imprescindibles para que todos podamos comer, vestir, leer, o sea, vivir. Está a la orden del día el restringir o prohibir el paso de camiones por muchas carreteras. Esto se realiza de varias maneras: prohibición total, prohibición en un determinado día, prohibición en ciertos horarios, etcétera. Un montón de dificultades. Resulta que para que los ciudadanos puedan circular con los turismos y no les molesten los camiones (que igual es al revés), los transportistas se deben de quedar tirados, en el mejor de los casos en un aparcamiento al lado de una gasolinera, restaurante, etcétera, pero en muchos casos lo estamos en medio de una carretera o de un descampado sin ningún tipo de servicio. Muchas veces no podemos llegar a nuestros domicilios, destinos de la mercancía? A todo esto hay que añadir que tenemos que vigilar la mercancía, que no nos roben el gasóleo o las baterías o a nosotros mismos y, en ocasiones, nos obligan a dar rodeos sin sentido para no circular por la carretera de turno donde está prohibido hacerlo. Los transportistas estamos controlados por un tacógrafo (aparato donde queda reflejada toda nuestra actividad diaria) y tenemos la obligación de cumplir unos determinados horarios y, en caso de no hacerlo, recibimos la correspondiente sanción. Por tanto, todas las prohibiciones y restricciones, aunque parezcan insignificantes, nos hacen trabajar con un tremendo estrés, no podemos tener conciliación familiar, descansar correctamente y muchas cosas más. En suma, los transportistas somos personas y necesitamos que nos traten como personas. Nos merecemos un respeto. Realizamos un servicio público, cumplimos una función social y aportamos mucha riqueza a la sociedad. A pesar de todo esto, siempre diremos con orgullo que: ¡somos transportistas!