Hace unos días pudimos ver a Jorge Bergoglio, y al expresidente uruguayo Pepe Mújica entrevistados en un canal de televisión de forma sencilla y directa, sin grandiosidades ni protocolos, utilizando un simple ordenador portátil como único medio entre ellos y el entrevistador. El mismo medio que precisamente están utilizando muchas personas para comunicarse con sus seres más próximos en estos días de confinamiento.El papa Francisco demostró, una vez más, su cercanía y sencillez, influencia quizás de la espiritualidad ignaciana. Su forma de actuar y de expresarse invita, de alguna forma, a pararse, saborear, profundizar, poner el corazón al encuentro de Dios sin querer acumular demasiados conocimientos, experiencias o grandes teorías.El hecho de dar a conocer, sin ningún reparo, sus periodos de crisis de fe, momentos de desolación que diría Iñigo de Loiola, nos puede ayudar a aprender, a conocer nuestra forma de estar, de vivir, para convertir nuestra forma de ser y de actuar en esperanza.Jorge Bergoglio, plenamente consciente de su influencia más allá del ámbito religioso como referente moral y ético en amplios sectores de la sociedad actual y en temas como la defensa de los derechos sociales, la solidaridad con los migrantes y los refugiados, o el respeto al medio ambiente, finalizó la entrevista con esta frase que anima a la reflexión y en la que, si nos paramos a pensar, podemos ver cómo se conjugan intrínsecamente el perdón y el respeto, pero también su compromiso por la defensa la naturaleza: “Dios nos perdona siempre. Nosotros perdonamos de vez en cuando. La naturaleza no perdona nunca.”Una clara llamada a que todas y todos adquiramos este compromiso en defensa del bien común.Por su parte Pepe Mújica, entrevistado en igual formato debido al periodo de encierro por el coronavirus, reflexionó sobre algunos aspectos positivos de esta crisis que, entre otras cosas, nos está sirviendo para ser conscientes de cuántos objetos superfluos podemos prescindir, en clara crítica al consumismo desaforado en el que nos vemos inmersos.Fiel a su estilo austero y directo, al ser preguntado por cómo vivía este periodo de aislamiento y si lo llevaba mejor que durante sus largos periodos de soledad en la cárcel, respondió con una frase que nos lleva a un ejercicio de introspección personal y bien puede decirse que une la mística atea que en cierta forma él representa con la religiosa que representa Jorge Bergoglio: “La soledad más importante es la que llevamos dentro.”Por todo ello, aun con trayectorias vitales completamente diferentes, cada uno desde sus propias convicciones, experiencias personales y su propia cosmovisión de la vida, nos enviaron un mensaje común de perseverancia y esperanza que en estos tiempos de zozobra e inquietud bien puede sintetizarse en la frase ignaciana que encabeza este artículo; “En tiempos de desolación no hacer mudanza”. Es decir, que lo que hagamos y las decisiones que tomemos lo sean por compromiso, por propia convicción, respetando siempre nuestro entorno y siendo siempre conscientes de lo que nos rodea.