ejos de saber cuándo y cómo saldremos de este tsumani sanitario, social y económico que nos tiene encerrados en casa, en una situación inédita para todos, se pueden adelantar algunas lecciones provisionales. En primer lugar, nuestra pequeñez y vulnerabilidad. Al ser humano le gusta creer que controla el mundo, especialmente el suyo y el de sus seres queridos. En la tan idealizada globalización, sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Un virus puede campar a sus anchas por el planeta, poniendo patas arriba el mundo y nuestras vidas. Si nos lo cuentan hace apenas un mes, no lo hubiéramos creído.

Parece evidente que esta crisis va a marcar un antes y un después para todos. De entrada, ya ha puesto en su lugar muchas de nuestras recientes preocupaciones y en valor pequeños placeres que dábamos por descontados, tan anhelados ahora.

Más allá de las víctimas de la pandemia, lo más doloroso, y las consecuencias económicas que traerá, la pregunta es si esta crisis nos enseñará alguna lección. O mejor dicho, si a la vista de algunas lecciones ya evidentes seremos capaces de retenerlas cuando volvamos más o menos a la normalidad. Si, en definitiva, sacaremos alguna conclusión para hacer de este mundo que nos acoge como huéspedes (por decirlo en palabras del recientemente fallecido George Steiner) un lugar más habitable, más justo y humano.

Necesitamos lecciones que vayan más allá de algunas recientemente aprendidas sobre cómo toser o garantizar la distancia de seguridad ante el contagio. La primera, la importancia de dos valores que en nuestra sociedad cotizan a la baja -disciplina y solidaridad-, ambos clave para superar esta crisis sanitaria.

Más de un filósofo ha comentado la idea: llegamos a este mundo indefensos y nos adaptamos al mismo a través del calor y contacto con nuestros semejantes. A pesar de la obligada distancia física impuesta por el virus, hemos comprobado la necesidad de hacer piña cuando tenemos que caminar por terrenos desconocidos e inseguros, como es el caso.

No deberíamos olvidar la importancia de un sector público fuerte para garantizar servicios básicos como la sanidad, algo que en situaciones como la actual se evidencia más que nunca. Por supuesto, merece remarcarse la generosidad del personal sanitario, pero también la de otros profesionales menos recordados. Me refiero, en especial, a quienes se dedican a la producción, transporte, distribución y venta de alimentos, sin cuya entrega la situación podría haber sido caótica.

Ese valor de la solidaridad habría que ponerlo en el centro, con la cohesión social como objetivo, cuando tengamos que hacer frente a la recesión económica que nos viene. No vaya a ser que repitamos la fórmula de la anterior crisis, de donde salimos "más pobres, más desiguales, más precarios, menos protegidos, más desconfiados y menos demócratas" (Joaquín Estefanía, Estos años bárbaros).

El descenso de la contaminación debiera invitar también a una nueva mirada hacia nuestro modelo productivo y de consumo que tanto maltratan al planeta. Sí, ya sé que son palabras mayores, una utopía quizás, pero considero obligado apuntarlo. Otras cuestiones como el teletrabajo y la educación on line se están poniendo a prueba como nunca, experiencia que tendrá consecuencias de futuro. Y ojalá todo esto sirviera también para demostrar la necesidad del periodismo auténtico, el que ofrece un producto de valor incalculable en estas situaciones: información contrastada y de calidad.

Por último, hasta quienes no hayan oído hablar de Nuccio Ordine habrán entendido estos días el mensaje de su interesante libro L´utilità dell´inutile. El texto es un manifiesto contra el utilitarismo y una reivindicación apasionada de materias y artes tan inútiles como imprescindibles: la poesía, la filosofía o la música. Hablando de esta última, ¿quién no ha experimentado en esta crisis su necesidad, su efecto balsámico?

Hasta aquí algunas lecciones, provisionales como todas, de esta terrible crisis. No estaría mal aprenderlas y, sobre todo, retenerlas cuando salgamos de este túnel.

El autor es periodista

Si sacaremos alguna conclusión para hacer de este mundo que nos acoge como huéspedes un lugar más habitable, justo y humano