Andamos estos días de confinamiento haciendo reflexiones sobre cómo mejorar esta sociedad. Solicitamos que nuestra clase política se aplique medidas de austeridad y recortes, pedimos que se den pasos hacia una economía más justa y solidaria, nos ilusionamos con que el planeta se está descontaminando, exigimos que se refuerce el sistema sanitario público, queremos otra gestión para las residencias de nuestros ancianos, hemos revalorizado a nuestros agricultores, ganaderos y un montón de trabajadores y trabajadoras que hemos descubierto como básicos en nuestro día a día.Inconscientemente, pensamos que todo esto hay que solucionarlo desde arriba, desde la Administración, desde las esferas económicas, y, sin duda que mayormente tendrá que ser así, pero, ¿y si particularmente también pudiéramos influir en ello? ¿Y si nos preguntáramos qué puedo hacer yo?Hablo de repensar nuestro consumo y nuestro ocio. De ser consumidores conscientes y críticos. De darnos cuenta de a quién le estamos dando nuestro dinero. Como consumidores, podemos tener muchísimo poder. Desde nuestros pequeños bolsillos y con decisiones acertadas, podríamos ser capaces de cambiar la economía y el planeta. Como ahora mismo, desde su pequeñez, lo está haciendo el coronavirus.