Me lo dijeron anoche las lenguas de filo fino, que no habrá final de Copa por mor del coronavirus. De manera excepcional se otorgarán dos trofeos, uno irá para la Real y otro a los bilbaínos. Para cada propia hinchada su equipo era, de salida, el seguro favorito. Por el Athletic, gran defensa y dos puñales, Iker, Williams. En la Real el medio campo de gala y tres de los que rematan sin mirar a portería, con un saludo a las gradas. El Rey estaba nervioso, alertado ante este clásico, quería final sin pitos a su entrada en el estadio. Cuando al Rey le propusieron una final sin final y copa a los capitanes, una para cada equipo, el Rey se tranquilizó: "No hay mal que por bien no venga -murmuraba-, así se escribe la historia, forjando nuevos guarismos".En jardines de Palacio, con césped recién peinado, banderas de ambos combinados de colores por las peñas sostenidas, himnos en idioma extraño muy parecido al euskera, quizás por las mascarillas. Muy cerquita de un monarca doblegado de trabajo el lehendakari Urkullu le llegaba a sorprender con alguna que otra anécdota de su más propia cosecha, futbolera y deportiva. Corbata color marfil, el de Alonsótegui no dejaba rastro alguno de inclinación favorita. Aunque en el marcaje en corto empezaba a hacer historia de su periplo en Palacio con la más amplia sonrisa que jamás habían filmado desde Euskal Telebista."¡Qué dos grandes presidentes tienen la Real y el Athletic!", se admiraba don Felipe. "¡Qué consenso a un liderazgo! ¡Qué unión bajo su mandato!". "Y esos nobles capitanes -ya decía despidiéndose- aún merecen más honores que estas copas, ¡qué sé yo si un título nobiliario de Astigarraga o Berango!".