Mascarillas, guantes sí o guantes no, hidrogel€ La pandemia del coronavirus ha añadido a nuestro vocabulario del día a día una serie de palabras que, si bien de uso común, hasta hace unos meses apenas nos habíamos parado a pensar en la importancia de su existencia. Y en pocas semanas, y precisamente por su poca existencia, hemos aprendido a apreciarlos. Junto con el alcohol y algunos sabios consejos relativos a buenas costumbres de la vieja usanza. Porque, señores, que a estas alturas del siglo XXI -con muchas lecciones de la historia aprendida y con todos los avances de la investigación de los que nos jactamos-, que nos hayan tenido que recordar que nos tenemos que lavar las manos al volver de la calle, después de ir al excusado o antes de comer; o que no tenemos que toser ni estornudar al prójimo€; ni olisquear en los supermercados los botes de jabón antes de decidir cuál comprar€ Permítanme que, por lo menos, suelte un "ejem, ejem€".Y aun así, considero que todavía algunos suspenderían el curso.Me explico: hace unos días, disfrutaba yo del sol mañanero que entraba por la ventana. Por la calle, pocos viandantes. Gente de edad, unos con mascarilla, otros sin ella; unos protegiendo casi toda la cara; otros utilizándola para tapar parte de su cuello€ De pronto, no sé por qué, me fijé en un hombre de unos sesenta años; se acercaba con paso lento a la farola que pilla debajo de mi casa, a la derecha. Se detuvo, se bajó la mascarilla y un sonoro "Arggg-shupp" traspasó los cristales del tendedero en el que me encontraba. ¡Qué le vamos a hacer! Las autoridades sanitarias no se han pronunciado públicamente aún de la conveniencia o no de lanzar escupitajos a la rúa. De la misma forma que tampoco tenemos muy claro en qué fase de la desescalada se podrán escupir cáscaras de pipas al aire y en público. Como esas con las que poco más y me alcanza un joven una de estas tardes en que intentaba yo disfrutar con mi familia de un paseo vespertino de la nueva normalidad. Ya saben, de esos en los que hay que dejar 2 metros de distancia respecto a los ajenos. Y ahora leo en un periódico las recomendaciones que tenemos que seguir los padres para llevar a nuestros hijos al colegio en el curso que viene. Dejarlos en casa si apreciamos cualquier síntoma compatible con el covid-19, no llevarlos al centro si tienen fiebre€ Trago saliva, suelto otro "ejem, ejem" y vuelvo a leer: "No llevarlos al centro si tienen fiebre€". Pero€ ¿cuándo se les podía llevar al colegio cuando tenían fiebre?Lo dicho: parece que, además de demostrarnos la importancia de valorar el trabajo de los demás y la solidaridad, esta pandemia ha servido para recordar que las buenas costumbres también existen. Y que o las cumplimos o no salimos de casa.