¡Por fin podemos respirar el humo de los coches! ¡Qué horrible aquellas semanas en que las carreteras estaban vacías! ¡Se les echaba tanto de menos! Ya están aquí con sus motores rugiendo, frenazos y prisas, esas músicas que regalan por la noche en cada semáforo, sus bocinas y atropellos, el respeto a los pasos de cebra€ Cada cual con su coche, ya sea para darse una vuelta a la manzana o para comprar en el híper, que no todo es ir a trabajar, aunque, por supuesto, iremos conduciendo aunque nos quede a media hora andando. Y luego al gimnasio. En coche. Mi coche. Mi status. Mi libertad.Las ciudades les dedican todo el espacio que pueden. Cada metro cuadrado asfaltado es un avance. Más carriles agilizan el tráfico. El coche es lo primero. Quien lo dude que observe.¡Ay, pero la pandemia ha sido terrible para el negocio! Los gobernantes son sensibles a esta prioridad de nuestras vidas y enseguida se han puesto a la tarea: nos animan a adquirir nuevos vehículos que sostengan nuestro derecho a conducir lo que haga falta, con más motivo después de este parón. Podrían animarnos a comer lechuga o a hacer pilates, pero de momento nos van a ayudar a comprar coche nuevo. Nos hace falta. ¡Gracias por entenderlo!Para eso está el dinero público. Y es una industria que crea mucho empleo. Si el futuro viene con inundaciones, sequías, huracanes y pestes porcinas€ que nos pille al menos con un buen puesto de trabajo. De otra manera no tendremos el dinero para consumir lo que quieran vendernos. Tenemos el derecho humano a disponer de los recursos del planeta a nuestro antojo, por mucho aguafiestas que se moleste. ¿No entienden que esto es el progreso? Para eso somos primer mundo.Podrían regalar bicis, trazar mejores redes viales y espacios peatonales, subvencionar taxis compartidos, implantar un mejor transporte público no contaminante y gratuito (¡oh, no, no, no es rentable!), o hasta limitar el uso del coche con las mismas razones que las franjas horarias se han impuesto para proteger la salud de las personas. Pero no es lo mismo: una pandemia es una cosa que nos mata ahora. Y también es discutible: ¿no habría bastado con confinar a los viejos? Podríamos tratar a la tercera edad como tratamos al tercer mundo. ¿No lo hacemos ya? El cambio climático en cambio€ no nos lo creemos. No nos conviene. Es ruinoso ponerse a tomar medidas que limitan el negocio de nuestras industrias y nuestro sueño de un montón de cosas que comprar y tirar. Así que nada de hacer caso a voces expertas y agoreras que no paran de incordiarnos con un futuro horripilante. Qué plastas. Que nos dejen en paz. Queremos ver nuestras ciudades llenas de coches. ¿No hemos sufrido bastante?