as mentes pensantes de nuestra Unión Europea (UE) están trazando las estrategias para crear un nuevo concepto llamada Europa Verde, que promulga aspectos tan importantes como la Ley Climática Europea, la Biodiversidad para 2030, la estrategia de La Granja a la Mesa, etcétera, promoviendo una agricultura sostenible, impulsar las energías limpias, acabar las emisiones de efecto invernadero y la reducción de los fitosanitarios, fertilizantes, antibióticos, entre otras cuestiones. Vaya por delante que este compendio de estrategias es enormemente beneficioso para el conjunto de nuestro sector agrario, pero también hay que reconocer que nuestros gobernantes actúan de manera hipócrita cuando no son capaces de defender a ultranza las producciones comunitarias, y permiten la invasión de producciones -que no cumplen con las exigencias a las que se someten a nuestros alimentos- de terceros países en el amplio mercado europeo. Veo en todo esto una buena dosis de hipocresía.

Sería importante destacar, aunque no se quiere reconocer públicamente, que los productos hortofrutícola españoles -léase por citar algunos limones, tomates o patatas- están perdiendo totalmente la hegemonía comercial en los mercados de la UE, ya que países como Egipto, Marruecos, Turquía, Sudáfrica o incluso Jordania están vendiendo sus productos con unos costes ínfimos en nuestra querida Europa, cometiéndose un auténtico dumping social, y todo ello, por supuesto, con el beneplácito de las autoridades europeas. Es evidente que el mercado de la UE es global y abierto a todo el mundo, pero esa política comercial está destruyendo la rentabilidad de sus países miembros, y no solamente de España, sino de Portugal, Italia, Francia o Grecia.

Todos los productos procedentes de terceros países que entran al mercado europeo no tienen ningún tipo de traba arancelaria y compiten con condiciones muy superiores a los productos españoles, lo que está poniendo en serio peligro la rentabilidad del sector agroalimentario español. A pesar de las continuas quejas del sector, nadie ha hecho nada por evitarlo, y cada vez es más difícil competir con estos países, pues los mismos tienen unos precios de venta más competitivos que los nuestros, entre otras cosas, porque, además de costes de producción más bajos por cuestiones sociales (salarios), se les permite la utilización de productos prohibidos a nuestras agricultores y ganaderos.

Por todo lo expuesto anteriormente, resulta indignante y vergonzoso que nadie en Europa se preocupe de defender a nuestras producciones y a nuestros agricultores, frente a la gran amenaza de los países mencionados anteriormente, y sin embargo, Europa sea haya convertido en un coladero de frutas y hortalizas de todo el mundo.

Deberíamos tomar ejemplo del proteccionismo de Estados Unidos con sus productores y sus productos, y la Unión Europa tendría que tener la obligación de proteger a los agricultores europeos, y no desprotegerlos frente a la globalización mundial del comercio agroalimentario.

Aviso a navegantes: si los políticos europeos no defienden y protegen los intereses de los agricultores de Europa, nuestro sistema agrario está en peligro de reducirse al máximo, y eso es algo que no podemos permitir que ocurra. Por tanto, hay que ser menos globalizadores y apostar más por nuestros productos y defenderlos con uñas y dientes, pienso que eso sí es hacer Europa y ser europeístas.

El autor es ingeniero agrícola