Hace escasos días aparecieron en la comarca de Pamplona restos de varios gatos salvajemente asesinados. Mutilados, literalmente. Asimismo y en fechas recientes, concretamente a finales del pasado año se encontraron una serie de gatos con claros síntomas de envenenamiento no lejos del anterior lugar.En el año 2018 también pudimos ser testigos de un lamentable caso en la Ribera de Navarra, al igual que el anterior, sobre diferentes felinos víctimas de envenenamiento.El pasado año entró en vigor en nuestra comunidad una nueva ley foral sobre protección y bienestar animal, la cual detalla, entre otros muchos aspectos, que serán los ayuntamientos y/o consistorios las entidades competentes en materia de protección y control poblacional de los gatos en cada municipio, estableciendo colonias felinas mediante el sistema de captura, esterilización, identificación y suelta (CES), así como la vigilancia y control sanitario de cada colonia.Algunos consistorios se muestran más predispuestos a cumplir la ley y poco a poco van aplicando la normativa en sus respectivas ordenanzas municipales. Otros, sin embargo, más reticentes, ni siquiera responden a esta petición de obligado cumplimiento.Ya sabemos que esta sociedad lo último que le preocupa, pandemias puntuales al margen, es la salud y el respeto de los animales. Por cierto, animales todos ellos necesarios para que el ser humano sobreviva.Al igual que el resto de animales en su totalidad, humanos incluidos, los gatos sienten, se alegran, aman, sufren, pasan hambre e intentan vivir dignamente, porque también tienen derecho a la vida. Sin embargo, si como sociedad del siglo XXI no demostramos ningún tipo de empatía o respeto hacia nuestros vecinos del planeta, tampoco podremos esperar que en este campo sea la clase política quien tome la iniciativa.