Cuando son los políticos los que toman decisiones en cuestiones sanitarias, los resultados, generalmente, son nefastos. No hay más que ver lo que está ocurriendo en Cataluña con los temporeros de Lérida o la ciudad masificada de Hospitalet de Llobregat.El presidente Torra, que tanto reclamaba la gestión, se ha quedado con el culo al aire. Eso sí, ha impuesto la mascarilla a todos en cualquier situación, lo cual es absurdo y arbitrario. Y lo peor es que le están copiando otras comunidades, pensando que con la dichosa mascarilla se arregla todo, en lugar de aprovechar la coyuntura para prohibir total y definitivamente los botellones, el fumar en playas y terrazas de bares o establecer una normativa para acabar con bares cutres que obligan al cliente a acudir a la barra para llevarse la consumición a la mesa. Por ejemplo, no entiendo por qué las panaderías, siendo en realidad bares cafeterías, no han de atender el servicio de mesas o terrazas.Resumiendo, no a la mascarilla indiscriminada y más cuidado con reuniones, fiestas, celebraciones deportivas y ridiculeces pseudosanfermineras, origen, por cierto, de varios rebrotes.